Fue el epicentro de quienes querían calmar el calor en las agobiantes siestas sanjuaninas. Esto, además de ser el mejor de los GPS de principios del siglo XX cuando alguien quería orientarse camino a San Martín o Angaco.

El Puente Rufino está en Libertador y Balcarce, una de las esquinas más emblemáticas de Santa Lucía. Y si bien fue reconstruido cuando se encauzó el canal para pavimentar la calle Balcarce, el sitio no cambió de nombre. Al igual que sucedió con la Esquina del Sauce, la Municipalidad de Santa Lucía remozó ese sector para que se note que es un sitio que alberga parte de la historia del departamento.

A quienes nacieron y crecieron en Santa Lucía les es familiar este puente, que con el correr de los años se transformó en un sitio icónico. Justo al lado vive Salvador Ginestar, un hombre que tiene 87 y que es tan conocido en la zona como el mismo puente. “Vivo aquí hace más de 50 años y el puente ya se llamaba Rufino. Es porque justo enfrente vivía un señor que tenía ese apellido”, contó don Salvador, que ahora se dedica a reparar bicicletas.
 
Hace casi un siglo, según dijo el hombre, era usual ubicarse en los lugares por los nombres de los habitantes más tradicionales de allí. Por eso lo que comenzó siendo “el puente que está en lo de Rufino”, se popularizó con el tiempo como “Puente Rufino”. 

En el predio donde se levantaba la casa del hombre que le dio el nombre al puente hoy hay una iglesia. “Los vecinos colaboramos para levantar ese templo. Eso sucedió hace unos 20 años”; recuerda don Salvador.

El puente, con sus característicos sifones de hormigón, fue el punto obligado de amigos cuando el sol comenzaba a ponerse. Allí observaron pasar desde carretelas hasta los primeros automóviles. Lo que fue un callejón de piedra y tierra que llevaba hasta San Martín y Angaco, se transformó con los años en una de las avenidas más importantes de la provincia: la Libertador. También era la parada de colectivos donde se apostaba la gente que quería ir hasta el centro o al Este de la provincia.

Don Salvador, que fue reconocido como ciudadano ilustre en 2013, sabe cada historia sucedida en ese lugar. El hombre trabajó en las fincas, y luego se puso una bicicletería, sitio que hoy continúa siendo un clásico para los vecinos que paran allí para tomarse un descanso y de paso cruzar algunas palabras con don Salvador.

“Recuerdo bien cómo en las siestas más calurosas los que vivían en la villa Don Arturo venían a bañarse a este canal. Antes había un desagüe. Luego, cuando pavimentaron las calles armaron el canal de nuevo, pero el puente siempre siguió en pie”, agregó el hombre.

Para resaltar esta esquina, la Municipalidad de Santa Lucía construyó un portal que indica el nombre del lugar. Colocó luminaria, al igual que en la Esquina del Sauce.