Uno de los momentos más intensos del Belén viviente de Zonda fue cuando las velas repartidas previamente entre la gente fueron encendidas a la vez. Entonces, la tribuna natural formada en el piedemonte se convirtió en una postal de pequeñas luces titilantes. Fue la representación de la luz del pueblo, que comulgó así con las antorchas que se habían visto en la apertura del espectáculo entre la montaña, para un cierre circular en el que el público terminó siendo parte de la puesta en escena.

En un escenario imponente, a los pies de la montaña y con las Sierras Azules de fondo, se hizo por primera vez un Belén viviente en el lugar.

Aunque la representación por momentos fue excesivamente lenta y el cerro pudo ser mejor aprovechado, el Belén viviente reunió a unas 2.000 personas, que llegaron al lugar con banquetas y heladeritas. Participaron más de 200 actores, la mayoría integrantes de la parroquia de Zonda, y la obra transcurrió entre construcciones hechas de palos y ramas, que se iban descubriendo a través de la iluminación. El Belén tuvo tres segmentos, el primero fue sobre la anunciación a María, luego el Nacimiento de Jesús y por último una crítica al consumismo en esta fecha por sobre el verdadero espíritu que tiene la Navidad. El Belén fue un musical que tuvo una banda que presentó canciones en vivo en algunos tramos y coreografías de baile, representadas por integrantes de una academia de danza. Los ambientes y climas fueron generados por el sonido y las luces, mientras que la despedida, con María, Jesús en brazos, José y un Angel caminando juntos, se consumó entre fuegos artificiales.