La tarea de Abel Ahumada, un policía de 28 años, era permanecer en el Salón de Usos Múltiples del barrio Teresa de Calcuta, en Pocito, para evitar los actos vandálicos. Pero los martes por la tarde noche su actividad se complicaba. Llegaban los niños y le preguntaban dónde estaba el profe de fútbol. Él les respondía que no sabía. Los chicos se sentaban a la orilla del playón a esperar y cuando veían que pasaba una media hora sin que llegara nadie se levantaban, agachaban la cabeza y se iban. ‘Me partían el alma. Eso me llevó a pensar qué podía hacer‘, contó Abel, quien logró fundar la Escuela de Fútbol ‘Madre Teresa‘, a la que hoy asisten más de 50 niños.

El barrio pocitano cuenta con 450 viviendas y forma parte del plan de erradicación de villas. Abel comentó que allí viven muchos niños que tienen problemas económicos, no pueden estudiar y no reciben la contención necesaria en sus casas, por lo que el teme que terminen consumiendo drogas e, inclusive, cometiendo delitos. Por eso, decidió ofrecerles una actividad a través de la cual aprendieran valores.

‘Antes iba un grupo de profes a darles clases. Pero los chicos son muchos y a veces se portaban mal, es que descargan toda la tensión que traen de sus casas en esa cancha de fútbol 5. Parece que los profesores se cansaron y dejaron de ir. A veces me daban ganas de agarrar la pelota y jugar con ellos. Pero no podía, estaba trabajando‘, recordó Abel.

Por eso, al tener experiencia con niños, ya que es catequista, se le ocurrió generar un proyecto para crear la escuela de fútbol y presentarlo en el Ministerio de Desarrollo Humano. ‘Al principio no recibí respuesta. Entonces decidí comprar dos pelotas para entretenerlos. Llené el barrio de carteles invitando a los niños. El primer día sólo había 3 chicos. Les dije que fueran a buscar a sus amigos. A los 10 minutos había más de 30 niños. La segunda vez que fui me estaban esperando en la puerta del barrio‘, contó el policía.

Después de algunos partidos, una pelota se perdió y la otra se rompió. Abel suspendió las clases y fue otra vez al Ministerio a pedir ayuda. Esa vez, la respuesta fue favorable. A principios de octubre pasado recibieron pelotas y las redes, por lo que, desde hace casi un mes, los chicos tienen clases de fútbol dos veces a la semana.

‘Ahora son 56. Tuve que separarlos en grupos según las edades, porque hay niños de entre 4 y 14 años‘, contó. Para eso le pidió ayuda a Ariel Salinas, estudiantes del Profesorado de Educación Física. Entre los dos armaron 3 grupos de chicos a quienes les dan clases en distintos horarios. Y aprovechan para enseñarles algunas lecciones, por ejemplo, al que dice una mala palabra le llaman la atención y si la repite debe salir de la cancha.

‘De a poco vamos mejorando, pero todavía nos queda mucho por hacer. Estamos organizando una reunión con los padres. Queremos que el papá que pueda nos ayude a dar clases.

Además de enseñarle a la gente del lugar que el SUM es de ellos y deben cuidarlo‘, dijo Abel. Y contó que, por ejemplo, deben pedir que les pongan nuevas farolas al playón, porque la misma gente de la zona las rompió a piedrazos.

Pero sin dudas, el objetivo más difícil de cumplir para este policía, es lograr que el barrio se una. ‘En medio del barrio hay una rotonda que separa la zona Norte y la zona Sur. La gente que vive de un lado no quiere juntarse con la que vive del otro y viceversa. El SUM está en el sector Norte, por eso sólo van a fútbol los chicos de esa zona, a pesar de que invitamos a los de todo el barrio. Esperamos que con el tiempo ellos venzan esa barrera y se reúnan‘, anheló Abel.