Abre una enorme caja de cartón y empieza a desembalar y armar un aparato que parece un lanzamisiles ruso, o un brazo de Transformer, y hasta da un poquito de miedo pararse justo enfrente, no sea que se le escape un disparo. Pero semejante dispositivo, que tiene más o menos el tamaño de un niño de tres años, es el chiche preferido de Nicolás Doña: su telescopio, el mismo que usó hasta bien entrada la madrugada de ayer para mostrar en streaming el primer eclipse total de Luna del año, vivido desde la fiesta sanjuanina en la Plaza del Bicentenario (ver al pie).
Nicolás cuida su telescopio como a su propia vida. En un momento durante la transmisión de la Luna roja, le hacían describir cómo funcionaba. Y le preguntaban cuánto cuesta todo ese equipamiento completo. "Y…", decía entonces el joven, y dudaba un poco pero al final dejaba caer la bomba, "…algo de un millón de pesos".
Sí, la misma cara pusieron todos. Y otra cara bastante parecida es la que ponen quienes se enteran que este joven de 31 años, exestudiante de la carrera de Astronomía, pasa noches enteras en el patio de su casa, o yendo a descampados alejados donde el cielo esté lo más oscuro posible, sacándoles fotos a las estrellas, los planetas y los astros en general. No le gusta perderse detalle de los eventos importantes del cielo. Necesita fotografiarlos. Tiene la avidez de un paparazzi, sólo que con fines científicos.
"Me apasiona la astrofotografía, somos muy poquitos los que lo hacemos en San Juan porque el equipo necesario es muy complejo y muy caro, y además requiere de mucho estudio y mucho tiempo de dedicación", dice Nicolás.
"Somos la única asociación de este tipo en San Juan, y eso que somos la capital de la astronomía en Argentina".
Nicolás Doña
Astrofotógrafo aficionado
Empezó a darle forma concreta a su pasión en 2009, exactamente 400 años después de que Galileo inventara el primer telescopio de la historia. Un grupo de estudiantes se juntó y decidió despuntar el vicio espacial. Y así nació la Asociación Sanjuanina de Aficionados a la Astronomía (o "Gacrux"), que colaboró anteanoche con el Observatorio Félix Aguilar en el festival del eclipse. "De los cinco o seis que nos juntamos en una casa y armamos la asociación y su página en Facebook, soy el único que queda", asegura.
Desde entonces, Nicolás estuvo en las salidas para observar con telescopios el tránsito de algún planeta por delante del Sol, o sucesos de ese estilo. También en las "Star Party", juntadas nocturnas abiertas a todo el mundo para observar el cosmos desde sitios de Angaco, Albardón, San Martín o Zonda.
Cada sesión de astrofotografía, aun las que hace en su propia casa, le implica no sólo movilizar todo el equipamiento, sino además apilar horas y horas de observación y, luego, más horas y horas de procesamiento de imágenes. Algo que sin el apoyo de su esposa, con quien lleva codo a codo el negocio de venta mayorista de blanco (a eso se dedica cuando no está de cabeza sobre su telescopio), sería una utopía.
"Ella me banca por completo", dice el fotógrafo cósmico. "Y no tenemos hijos -aclara-: digamos que no es muy compatible tener hijos chiquitos y equipos tan caros armados en la casa al mismo tiempo".
Una fiesta, dos estallidos
El mayor epicentro de observación local del eclipse total de Luna, que incluyó verla totalmente teñida de rojo, fue una verdadera fiesta en la Plaza del Bicentenario hasta la madrugada de ayer. Cerca de 20.000 personas se reunieron alrededor de la fuente, en las afueras del Teatro, en el andén, en el Puente Cívico, en los jardines del Centro Cívico y en cuanto rincón había disponible para ver el fenómeno. El público, en su mayoría familias con niños chicos, había llevado reposeras, banquitos y muchos de ellos, mesas totalmente armadas en las que pusieron directamente la cena.
También había por todos lados mantas desplegadas en el césped (incluso donde estaba recién regado), donde grupos de jóvenes jugaban a las cartas mientras esperaban el eclipse. En los laterales de la fuente los más chicos andaban en rollers y jugaban al fútbol, mientras los jóvenes comparaban celulares para ver cuál lograba la mejor foto de la Luna.
La feria artesanal que se había montado sobre el andén estaba repleta, al igual que el playón lindero al Monumento del Holocausto. Además de los telescopios "oficiales" que había puesto la organización, que pertenecen al Félix Aguilar y a Gacrux, al menos veinte familias había llevado sus propios telescopios para ver mejor. Una de ellas, la familia Guzmán, de Capital, incluso había llevado una lámpara redonda que era una réplica exacta de la Luna, y prestaba su aparato a todos los que quisieran observar el fenómeno.
Pese a que la previa había comenzado minutos después de las 21, con la conducción de Jorge Olivero y un DJ, además de sorteos y explicaciones en vivo de dos astrónomos, cuando ya habían pasado casi cuatro horas la gente seguía allí, firme, esperando el espectáculo en el cielo. Por eso hubo una ovación a la 1.30, momento en que empezó a notarse la primera veta rojiza sobre la Luna (que se mostraba a la gente en dos pantallas gigantes), y un estallido total doce minutos después, en plena "superluna de sangre", con el público apiñándose en torno a las pantallas para sacarse selfies con el astro de fondo.
Tras un buen rato observando el eclipse, se produjo una desconcentración ágil y sólo quedaron algunos miles que siguieron la fiesta hasta el final, a sabiendas de que no volverá a verse algo así recién hasta noviembre de 2021.