Se aferró con fuerza a una foto vieja de su nieto y al llorar la abrazó como lo hacía con él. Esa fotografía, que tiene al menos 12 años, es el único recuerdo tangible que tiene de Maciel Aciar (23 años), su nieto que hace 2 semanas se quitó la vida porque era adicto al paco. Esa es la última imagen que tiene del joven feliz, sano y lleno de vida. Y al hablar de cómo fueron los últimos años de su nieto, al que crió como si fuera su hijo, Cristina Flores no pudo parar de llorar y de mostrar bronca, dolor, impotencia y ganas de bajar los brazos. Sin embargo, dijo que de ahora en más cada día de su vida lo va a dedicar a tender una mano a la gente que necesita ayuda para sacar a familiares o amigos de la droga. "El paco me arrebató a mi nieto. Ahora que ya no está y que ya no voy a escuchar nunca más que me diga mami, sé donde pedir ayuda, qué puertas golpear y cómo debe hacer una familia para ayudar a un adicto. Lamento no haber sabido eso antes, para haber recuperado a mi nieto", dijo la mujer que decidió contar su historia para salvar a otras víctimas de las adicciones.  

No le importó que su casa se lloviera el jueves y el viernes pasado, pues las pérdidas materiales no significan nada en relación al dolor que siente. Esto, porque desde hace dos semanas no tiene a su nieto, a su querido "Maci", como ella lo llamaba. El joven, que en el último tiempo estaba consumido por la droga, se suicidó en la casa que compartía con su mamá, en el barrio La Estación.  

 

Cristina no tiene ganas de arreglarse o de pintarse las uñas para verse más linda. Cada día que pasa se le hace más difícil decidir qué hacer de comer y dijo que tras la muerte de su nieto no le encuentra razón a su vida. Abrió las puertas de su humilde casa, en la Villa Hipódromo. Casi a oscuras y con sólo una cortina abierta, comenzó a contar tranquilamente la historia de su nieto.  

Al principio habló de manera pausada, aunque la voz le tembló. Contó cómo crió a su nieto durante 13 años, relató cómo Maciel comenzó a drogarse y cómo ese buen chico que era, ese joven alegre, se fue disolviendo con el paso del tiempo. A medida que la charla avanzó el rostro de Cristina cambió y esa tranquilidad se perdió.  
Recordó cada puerta que golpeó para pedir que alguien la ayudara a salvar a su nieto y en ese momento, las lágrimas comenzaron a apoderarse de ella. Durante unos minutos las palabras no salieron de su boca y en esos instantes el silencio pasó a primer plano dentro la casa. Y sólo se escuchó la respiración acelerada de la abuela, quien nuevamente abrazó con fuerza la foto de Maciel: esa imagen vieja que ella guarda como un gran tesoro. Cristina contó que sabe qué es el paco y cómo daña. Y ese conocimiento que tiene es porque vivió este flagelo en primera persona, pues su nieto fue drogadicto durante muchos años. "El paco lo perdió, le arrebató la vida", dijo mientras intentó no quebrarse de nuevo.  

Durante la charla contó que en poco tiempo Maciel perdió muchos kilos, porque no le importaba alimentarse y sólo buscaba changas para juntar dinero para comprar paco. Dejó de ser el joven alegre y cariñoso y se transformó en un chico problemático y agresivo. Según amigos de Maciel, la Policía y la gente del barrio, era lo que más consumía.  

"El paco fue más rápido que yo y se consumió a mi nieto. Lo que más me duele es que no llegué a salvarlo". 

"A mi nieto lo críe desde bebé. De la cama del hospital pasó a la mía. Cuando lo veía en la esquina con otros pibes que estaban con las bolsitas, le decíamos que no fuera a hacer eso. Él me decía ‘no mami eso no lo voy a hacer’. Pero, con el tiempo me di cuenta que se drogaba con pegamento, después con ‘fasos’ y pastillas. Y al último sólo fumaba paco", agregó angustiada.  
 
Maciel y el trágico desenlace 
 
Maciel comenzó a drogarse a los 14 años, pasó varios años internado en el Proyecto Juan (que depende de Desarrollo Humano), pero luego abandonó el tratamiento. Ni psicólogos, asistentes sociales o las palabras de sus familiares pudieron convencerlo de que volviera. "Y ya era mayor de edad y en todos lados nos decían que no podían obligarlo", agregó la mujer. El 26 de diciembre del año pasado, cuando el joven ya fumaba paco, intentó suicidarse por primera vez y ahí la lucha de su abuela se incrementó, pues el chico reiteraba todos los días que se iba a quitar la vida.  
Hablaba poco con ellos, no dormía ni comía, se cortaba el pelo varias veces a la semana y hasta tapaba con frazadas las ventanas de su casa para que la luz no ingresara. Según su abuela era como un fantasma y ya no quería salir de su casa por las alucinaciones que tenía.  

Con la mirada perdida en el techo, Cristina contó que una semana antes de su muerte, Maciel fue a buscar un médico al Hospital Marcial Quiroga para que le quitara el "chip" que tenía en la cabeza porque por ahí le hablaban, pero al final se volvió porque desistió. "Nos contó que por ese chip le decían que se matara. Escuchaba voces y aseguraba que por el techo de la casa le pasaban celulares y que por ahí le hablaba gente desconocida. No estaba en sus cabales y se mató", dijo y las lágrimas volvieron a copar el rostro de la mujer y el silencio pareció eterno.  

Con el ceño fruncido y con las manos juntas apoyadas sobre su pecho Cristina contó que en los últimos dos años hizo varios pedidos de ayuda, pero que en la mayoría de los lugares le contestaban que era imposible obligarlo a que se interne porque se trataba de un mayor de edad.  

A pesar de que en todo momento habló con un tono bajo, de repente levantó la voz, mientras intentó no llorar, pero le resultó imposible, pues todos los días siente que su lucha fue en vano. "Fui a la comisaría de la Villa Hipódromo y me dijeron que no podían hacer nada y eso que ellos sabían que mi nieto era problemático. Yo quería salvarlo.

Llamé al 102, al 911 y todos me mandaban de un lado a otro. Ahora me falta la mitad de mí. Días antes de que muera encontré una mujer en Desarrollo Humano que me iba a ayudar. Nos pidieron testigos para poder internarlo y judicializar el caso y mis vecinos iban a declarar. Cuando encontré gente con corazón fue tarde", dijo y volvió a mirar la foto de su nieto. La mujer no lo pudo ayudar porque las alucinaciones y las voces que escuchaba el joven fueron más rápidas.  

Ellos debían presentarse con los testigos el martes 29 de noviembre pero Maciel tomó la trágica decisión el 27 de noviembre. Justo ese día, Cristina se propuso levantar una nueva lucha y está dispuesta a ayudar a familiares de adictos. "No quiero que ninguna mamá o abuela sienta el dolor que yo llevo hace dos semanas", concluyó.