Pasó más de un mes del temporal de lluvia, pero en la precaria casa de Gustavo Fernández, el niño de 9 de Julio que casi hizo llorar a la Presidenta hace 6 años, aún muestra los daños que le provocó el agua y que la dejaron en peligro de derrumbe. El domingo pasado, este chico, hoy con 16 años de edad, estaba tratando de reparar una de las paredes afectadas cuando sufrió un ataque de epilepsia que le provocó un paro cardiorrespiratorio del que salió milagrosamente. Ayer recibió el alta y regresó al rancho donde volverá a compartir la única cama con sus otros 4 hermanos, y bajo el techo que está a punto de derrumbarse.

La falta de aliento no le permitió hablar demasiado. Sólo dijo que se sentía bien, pero ’con mucha bronca por no poder arreglar la casa’, mientras miraba fijo la pared que estaba reparando cuando le dio el ataque. ’Quería rellenar con barro la grieta que se hizo por la lluvia, pero mientras se lo echaba, se rajaba más la pared. Entonces me empecé a poner muy nervioso y me comenzó el ataque. De ahí no me acuerdo más. Mi mamá me dijo que me dio un paro y que estuve como 5 horas sin respirar bien, pero que los médicos me salvaron de milagro. Ahora estoy un poco agitado y me tiemblan las piernas, pero me siento bien’, dijo Gustavo.

No agitarse, cuidarse de los cambios climáticos y prevenir hasta la gripe fueron las recomendaciones que el médico le dio al chico. Pero, está lejos de poder cumplirlas. Pero, ninguna de las 3 habitaciones que conforman la vivienda tienen ventanas, y los paredes y pisos aún mantienen la humedad provocada por las lluvias de febrero. En esa ocasión, el agua no sólo ingresó a la casa por las aberturas, sino también por el techo de caña y barro que está totalmente deteriorado.

’Se nos mojó toda la ropa, los útiles y hasta los documentos. Y todavía no se terminan de secar los muebles. Encima ahora no voy a poder ni trabajar para comprar un colchón’, dijo el chico.

Gustavo concurre a la Escuela de Educación Especial Juana Azurduy de Padilla, esa que se inauguró en el 2008, ocasión en la que pudo hablar con la Presidenta. Y en las horas libres se dedicaba a limpiar acequias, cortar pasto y hacer todo tipo de changas. Pero ahora, por recomendación médica deberá dejar de hacer este tipo de trabajos, aunque sea por el momento.

’No quiero que me den una casa, sino materiales para arreglar la que tenemos. Quiero salir adelante con mi familia y nunca pierdo la esperanza, porque si me salvé de la muerte creo que puedo lograr tener una casa como la gente. Para eso tengo que volver a trabajar’, agregó el muchacho, pocas horas después de haber sido dado de alta.