"Con todos mis pacientes entablo una linda relación, pero con Juan fue especial porque es mi comprovinciano. Además, fue el primer sanjuanino al que trasplanté". La frase, toda una confesión por ser médico, es de Luis Quiroga, el cardiocirujano infantil que le trasplantó a Juan Brizuela su nuevo corazón, el pasado jueves. El destino quiso que la vida y el corazón del niño de Colonia Fiscal estuviera en manos de otro sanjuanino. Es que Quiroga integra el equipo de trasplantes del hospital Garrahan de Buenos Aires, donde se concretó la operación del chico que estuvo 11 meses conectado a un órgano artificial y cuya historia conmovió al país.
"El caso de Juan también era particular desde el punto de vista médico, ya que estuvo casi un año conectado a un máquina, la cual le permitió esperar tanto tiempo su nuevo corazón. El está bien y sigue evolucionando como se espera", le contó ayer el médico a DIARIO DE CUYO.
Luis Quiroga nació hace 39 años en San Juan; la primaria la hizo en la Superior Sarmiento y la secundaria en la Escuela de Comercio porque quería estudiar Ciencias Económicas. Pero en quinto año sintió que los números no eran lo suyo y se fue a Mendoza a cursar Medicina; eligió cardiocirugía infantil como especialidad y se recibió en 1998. Rindió en 1999 para ingresar como médico residente en el Garrahan y un año después entró en la historia al ser parte del equipo que realizó el primer trasplante de corazón en ese emblemático hospital.
"El día de trasplante de Juan fue de actividad normal, con las cirugías programadas. Pero como a las 20.30 me llamaron del INCUCAI para avisar que había un donante en La Plata. Comenzamos a armar el operativo, viajé a La Plata, hicimos la ablación y luego el trasplante. En total, todo el procedimiento nos llevó unas 12 horas", relató el médico.
Quiroga hace unas 700 intervenciones quirúrgicas al año, en el Garrahan y en una clínica privada donde también trabaja, pero cuenta que hacer un trasplante le genera otro sabor. "En lo personal, para mí los trasplantes tienen algo especial. Porque no son muchos, porque significan una oportunidad de vivir para alguien que no tiene más chances y porque cuidamos a los pacientes de otra manera. Es como que uno está más encima, antes y después del trasplante", confiesa.
Por eso, Luis ya conocía a Juancito desde hace meses, al igual que a su mamá Angélica, quien lo acompaña desde abril del año pasado en el Garrahan. "Con Juan y con todos mis pacientes termino haciéndome amigo. Me invitan a sus cumpleaños, que muchas veces son dos: el del nacimiento y el de la operación, porque los padres consideran que nacieron otra vez. Y con los años nos seguimos viendo, pasan por el hospital, saludan. Es como que se arma una gran familia", dijo.
Quiroga participó de otros casos de alto impacto nacional, como el trasplante en 2004 de Abril Dispenza, una beba de 16 meses que sufría una cardiopatía dilatada, pero contó que no hace diferencias entre sus pacientes.
"Poder trasplantar a un chico es una satisfacción enorme. Y después de tanto esfuerzo, no hay sensación más placentera, más agradable, que poner la cabeza en la almohada y dormirse sabiendo que las cosas salieron bien", confesó el hombre que día a día, año a año, salva vidas de los más bajitos.

