Edgardo Mendoza no concibe la vida sin humor. Por eso cuenta que no entiende por qué no lo quieren inscribir para el Maratón de San Silvestre, si sólo tiene una pierna más corta que la otra, luego de una operación que lo dejó al borde de la muerte. O que ahora que es Ciudadano Ilustre tendrá que lustrarse más seguido los zapatos. Edgardo Mendoza, el hombre que con sus intervenciones en los medios hizo que la Historia y la mirada internacional entraran en los hogares de una manera natural y entretenida, ayer recibió una de las distinciones más importantes de la provincia, la de Ciudadano Ilustre otorgada por la Cámara de Diputados.

"Este reconocimiento me llena de orgullo porque viene de la Cámara de Diputados, que representa al pueblo. Es como que el pueblo me la entregó y por eso mismo es que me genera un sentimiento de mucha responsabilidad’, contó Mendoza.

Nació el 24 de junio de 1953 y cuando le faltaba un año para recibirse de Licenciado en Historia en la Universidad de Córdoba se exilió en París, porque su vida corría peligro en plena dictadura. Era 1976 y los primeros años en Francia fueron difíciles: sin saber hablar el idioma, trabajó en la construcción y en la limpieza. Pero aprendió francés y en 1978 entró como portero en un exclusivo club, el Tier Aux Villons. Su carisma, su estilo y la personalidad rápidamente le permitieron escalar rangos, hasta convertirse en una especie de gerente del área tenis del club. Allí se jugaban partidos clasificatorios de Roland Garros, uno de los Grand Slam de tenis, y las figuras top usaban las canchas para entrenar, así que Mendoza se codeaba con grandes tenistas, como McEnroe, Borg o Chris Evert. A esa altura, ya había terminado la Licenciatura en Historia en la Universidad de París y logrado la Maestría y si bien podía seguir creciendo en el club, él quería enseñar. Como en Francia no iba a poder (al no ser francés no podía concursar cargos), ya había lanzado líneas para ser docente en Senegal, Argelia (a la que incluso había viajado) y Madagascar.

Pero en enero de 1984 lo llamaron de la UNSJ y dejó su gran vida en París. En su segunda clase conoció a Miriam Chacón, su mejor alumna y la más bonita, contó. Se enamoraron y se casaron. Con los medios empezó en radio Nacional ese mismo 1984 y su primer comentario fue sobre la muerte de Indira Gandhi. Luego siguieron los noticieros, DIARIO DE CUYO, hizo videos de 3 minutos sobre Historia y tuvo un rol clave para el marco histórico del Cruce Sanmartiniano.

Hace unos años, a Mendoza le detectaron cáncer (en la tiroides, pero apareció luego una metástasis en un hueso de la pierna izquierda) y le dio guerra con todos los medios médicos que pudo. Su última gran batalla fue en diciembre: una operación de extremo riesgo en la pierna que lo tuvo dos días al borde de la muerte. Si bien lo superó, el inquieto Mendoza hoy tiene movilidad reducida y se desplaza con muletas o en silla de ruedas. "Cáncer es una palabra muy dura, pero no hay que tenerle miedo. Así como tuve que aprender francés en mi exilio, hoy mi desafío es aprender a usar las muletas’, graficó.

Conversador, amable y con una envidiable capacidad para transmitir su gran conocimiento, Edgardo confesó por qué usa bigote. "En plena adolescencia, entré al quinto año de la Normal Sarmiento con una pelusita insignificante. Era la época de la dictadura de Onganía y la directora de la escuela me obligó a afeitarme. Pero el día que me recibí, en rebeldía por aquella situación y en contra de Onganía, me dejé crecer el bigote. Y hasta el día de hoy, jamás me lo afeité’, confesó.