Entre los aspectos más importantes de la exposición de la ingeniera Silvia Mérida investigadora de UNSJ INA CRAS, se destacan aspectos como que el 70% de la superficie del planeta está cubierto de agua, lo que en volumen da un valor aproximado a 1.400 millones de kilómetros cúbicos. Sólo el 2,5% es agua dulce y el resto agua salada. Del agua dulce sólo el 0,4% es de fácil disponibilidad como agua superficial y en la atmósfera.

Estos recursos de agua dulce están distribuidos de manera muy desigual. Según se estableció en el 2002 en la Cumbre de Johannesburgo, Sudáfrica, las zonas áridas y las semiáridas del mundo, que constituyen el 40% de la masa continental, reciben solamente el 2% de la escorrentía superficial.

Viviendo en una zona árida o semiárida es común utilizar el término escasez. Los hidrólogos medimos la escasez de agua a través de la relación agua-población y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), establece que un país experimenta estrés o tensión hídrica cuando el suministro anual de agua desciende a menos de 1.700 metros cúbicos por persona. A niveles menores a 1.000 metros cúbicos por persona, se habla de escasez de agua y cuando los suministros anuales de agua bajan a menos de 500 metros cúbicos por persona, el país enfrenta escasez absoluta.

En el mundo el consumo de agua dulce se ha multiplicado por 6 entre 1900 y 1995 mientras la población sólo lo ha hecho por 3. El consumo se divide en tres grandes grupos: el agrícola, el industrial y el doméstico. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) el consumo de agua con destino agrícola se lleva el 70% de agua dulce consumida por el uso de técnicas de riego inapropiadas. El industrial poco más del 20% y el doméstico, menos del 10%.

Es por esto que se puede proponer, como una estrategia global que apunta a la eficiencia, el uso de técnicas de riego más eficientes y la implantación del cultivos: más eficientes (biotecnología) y adaptados al medio (racionalidad).

En síntesis, la ingeniera Mérida dejó planteado el debate: ¿Quién genera el problema: el agua o la población?

Más calor

El ingeniero forestal e investigador del Conicet, Ricardo Villalba es investigador del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla), Unidad Ejecutora del Conicet donde participan la Universidad Nacional de Cuyo y los Gobiernos de Mendoza y San Juan y se localiza en el Centro Regional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Mendoza (CRICYT), desarrollando desde allí la investigación científica, la docencia superior y la transferencia de conocimientos y servicios en distintos aspectos de las ciencias ambientales.

Haciendo hincapié en estudios glaciológicos desarrollados en la Antártida Argentina en base al estudio del hielo conservado por miles de millones de años, el investigador demostró como el fenómeno de calentamiento global es de origen antrópico producido por el hombre, presentando estudios que confirman la existencia de un proceso de cambio climático que hacia fines de este siglo variaría en 4ºC más la temperatura del planeta y con ello se abrirá un abanico de nuevos desafíos para el sector agroalimentario nacional en general y de Cuyo en particular.

Entre los conceptos vertidos a Suplemento Verde de DIARIO DE CUYO remarcó: ‘No hay que alarmar a la población sino prepararla para los nuevos desafíos que se vienen’.

‘El concepto más importante a atender será la gran variabilidad (ver infografía de sequías) en la disponibilidad del recurso hídrico y por ello habrá que tratar de ajustar y manejar el mayor número de variables agronómicas posibles’ indicó agregando que ‘el clima siempre varió a lo largo de la historia del planeta y hacia el futuro Argentina estará entre los países menos afectados y con mayor superficie agrícola’.

‘En la zona cordillerana las precipitaciones níveas serán considerablemente menores, mientras en el llano, serán mayores’, indicando como solución ‘el desarrollo de una agricultura más intensiva, con mayor manejo de variables’.

‘Se trata de conocer los desafíos climatológicos y actuar en consecuencia’ indicó Villalba agregando, ‘esto implica:  aumentar la eficiencia en el uso del agua, mejorar transporte del agua y el sistema de riego y manejos de variedades y sistemas de conducción acordes’.