Un jardinero. Eso creía un allegado de Pablo Núñez, director de control operativo del complejo, que hacía falta para mantener el estadio San Juan del Bicentenario. Y es que en realidad, es poco lo que se conoce del trabajo diario y cotidiano dentro del gigante de Pocito, que lejos de las creencias populares, nunca duerme. El estadio requiere de un complejo y ordenado sistema de mantenimiento, que va de lunes a lunes y que incluye desde levantar una colilla de cigarrillo en la tribuna hasta limpiar cada uno de los paneles de las pantallas gigantes de LED.
En el estadio hay trabajadores las 24 horas del día, aunque el grueso de los empleados entra a las 7: son 12 de mantenimiento y 8 de seguridad.
El corazón del estadio es el césped de la cancha y mantenerlo tiene sus secretos. Se riega por aspersión 4 veces al día, pero aunque es un sistema automático, cuando corre viento hacen una supervisión para regar manualmente en los sectores donde no llegó agua. El pasto se corta lunes, miércoles y viernes. Y no con cualquier máquina.
Utilizan una con corte helicoidal (evita que las puntas del césped queden amarillas), seguida en el avance con otra que hace un cepillado de superficie y aspirando los restos (no puede quedar vestigios de pasto cortado porque afecta el color). Además, cada 10 días hacen fertilización y a una vez por mes realizan el aireado, en la que una máquina va perforando la tierra y generando canales para favorecer el desarrollo de las raíces. Esto evita la compactación y mejora la vida del césped. ‘Esta aireadora es única en Cuyo y desde AFA nos dijeron que en el país, el único club que la tiene es Boca. Los demás alquilan servicios de agronomía, que ya tienen esta máquina’, dijo Rolando Vargas, encargado general del estadio. Salvo un tractor que previamente desinfectan con lavandina, ninguna otra máquina ingresa al campo de juego, para evitar la contaminación con otro pasto, como por ejemplo el de los jardines del exterior.
MÍNIMOS DETALLES
La limpieza es continua, en todos los sectores, se utilicen o no. Y es intensa tras un partido, cuando los 12 empleados se ponen de cabeza a limpiar las tribunas, desde la Sur a la Norte.
Paralelamente hacen un rastrillaje para buscar cosas rotas, que generalmente es el alambrado perimetral, por lo que deben tejerlo.
Para marcar las líneas de la cancha, lejos de la vieja creencia de la cal, usan una pintura con el mínimo de cal y de sales, para no dañar el pasto. Ya hay marcas patrones en el campo, por lo que directamente tiran las líneas con tanzas para guiarse.
A su vez, los días previos a los partidos chequean las cámaras de seguridad, para ver que las 40 funcionen correctamente. Lo hacen en la sala de monitoreo, con sus 6 monitores y sus 12 plasmas. En tanto, en el sector de operaciones de las pantallas LED (en el mismo piso de las cabinas de prensa) empiezan a cargar la información de los equipos y también los spots publicitarios.
En la parte Norte, en tanto, los operarios realizan un minucioso chequeo del complejo sistema eléctrico. Junto a los grandes paneles con llaves térmicas, luces y sensores se encuentra uno de los dos generadores, que son monstruosos motores del tamaño de una habitación. Los generadores son biturbo y para un partido consumen unos 250 litros de gasoil. Cada generador tiene una potencia de 710 KVA (kilo volt amper), la suficiente como abastecer sobradamente a las viviendas de 8 manzanas en un barrio.
Cuando terminan los trabajos en la parte interna del estadio, siguen con los alrededores. Y otra vez vuelven a la cancha, en un ritmo que no da tregua por la opulencia de los espacios en el gigante de Pocito.

