OBREROS DE LAS VIÑAS
Una espera en medio de las llamas
Todavía no sale el Sol y la pequeña llama se ve desde lo lejos a la orilla de la ruta 279, en Las Casuarinas. Cerca de una veintena de hombres se agacha a su alrededor con la intención de poner las manos cerca del calor. Tienen capas y capas de ropa, guantes, gorros y bufandas que les tapan la mitad de la cara. Distendidos, hacen bromas entre ellos para olvidarse de la temperatura bajo cero. Mientras tanto, miran hacia la calle, que por esas horas está casi desierta. Esperan ansiosos ver que se acerque el camión que los sacará de la ruta y el descampado y los llevará a trabajar en una plantación de viñedos.
"Acá llegamos a eso de las 7 todos los días y a veces tenemos que esperar 2 horas hasta que nos vengan a buscar", cuenta uno de ellos y sus ojos verdes brillan en la oscuridad. La rutina logró que la espera se haya convertido en una especie de ritual bien organizado. Todos saben que los primeros en llegar tienen la función de buscar los yuyos, las ramitas y las hojas de palmeras secas para prender el fuego. Así se las arreglan para soportar el frío polar. A pesar de la incomodidad, el humo y la helada, nadie se queja. Al contrario, todos se ven contentos. Dicen que es porque valoran el hecho de poder trabajar, más allá de que saben que al llegar a destino los esperará más frío, esa vez entre los parrales. Y que tendrán que trabajar duro hasta que el Sol empiece a caer. Recién en ese momento podrán volver al calor de sus hogares.

