La luz de la luna alumbraba en el camping del sindicato de los trabajadores del plástico. Ahí estaban los chicos de la colonia Plasticalegría listos para saltar al escenario. El fogón en el centro de la escena esperaba ansioso poder alumbrar a los niños y a los papás que se habían juntado en una noche estrellada. Sin embargo, debía esperar. Entonces las luces y la música se encendieron y ahí empezó el show que fue el despegue de un viaje por América.
Los más chiquitos rompieron el hielo. Con sólo 4, 5 y 6 años los chicos que participan de la colonia (ubicada en Santa Lucía, a un par de cuadras de Richet-Zapata) largaron el baile. Negritos y negritas subieron al escenario para bailar un candombe. Todos a la par y guiados por algunos profesores, los niños demostraron lo que habían aprendido en sus largos días de colonia. Es que de martes a viernes (de 11 a 18) los chicos asisten a Plasticalegría, una de las colonias con mayor variedad de actividades. A pesar de que el candombe fue el espectáculo central de este grupo, al finalizar esta música enganchó con los Wachiturros. Así los chicos tiraron varios pasos.
Después llegó el turno de los acordes brasileños. Los cariocas de la colonia desplegaron todo el color y la alegría típica de esta música. ‘Ai se eu te pego’, una de las canciones más escuchadas en este verano, fue la música elegida para que los niños de 7 y 8 años coordinaran sus pasos. El hip hop fue lo que siguió. Con grandes cadenas doradas, gorras y pantalones anchos, los niños de 9 y 10 viajaron un poco más al Norte del continente. Las luces de colores y las palmas de los papás los acompañaron, mientras que la cara de concentración de los bailarines deslumbraba. Finalmente le tocó el turno a la música local. Una cuequita bien cuyana fue la elegida para que los chicos de 11, los egresados, hicieran su último baile. Con ‘La del jamón’ los chicos se despidieron de varios años de colonia.
A pesar de que habían pasado todos los grupos faltaba uno, el de los profesores. Con mucha gracia e ingenio, montaron en el camping la vecindad del Chavo. Y haciendo una especie de clase sobre amistad, cerraron los principales actos de la noche.
Después llegó el momento más esperado. El fuego debía encenderse. Así los chicos rodearon la pila de leña del fogón y la luz de las llamas, la música y el incansable aplauso de los papás cerraron una noche inolvidable.

