Eran las 8.40 de la mañana en Nueva York, cuando el 11 de septiembre de 2001, dos aviones secuestrados con pasajeros se estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center. Los 110 pisos se fueron desmoronando como pedazos de torta en una fiesta de cumpleaños, ante la angustia de los cientos que transitaban en la zona. En el complejo financiero se recibían, diariamente, 150.000 turistas. Allí laboraban unos 50.000 trabajadores. En el suelo quedaron 1.200.000 oficinas destruidas. Se derrumbaron 1.700.00 toneladas de hormigón. Murieron allí ciudadanos oriundos de 80 países. Ese mismo día, otra aeronave comercial a medio llenar colisionó contra el Pentágono en el estado de Virginia, hecho en el cual murieron 189 personas. Un cuarto avión -de la empresa United Airlines- con 44 pasajeros que supuestamente se dirigía a Washington cayó en un descampado en Pensilvania. La red fundamentalista Al Qaeda de Osama Ben Laden se atribuyó los ataques, en los que participaron 19 milicianos y que precedieron a la invasión de Afganistán (octubre de 2001) e Irak (marzo de 2003).
