La ley es clara: cuando un padre o una madre provoca deliberadamente la muerte de su hijo lo denomina filicidio. ¿Qué lleva a cometer este acto atroz? Flavia Garcés, licenciada en Psicología, explica que ‘la conducta destructiva de los padres varía desde el rechazo o desconsideración, hasta actitudes directas que alcanzan la muerte del niño. Claro que existen condiciones que podrían afectar las relaciones de una madre con su hijo; llevándola a ésta en casos extremos a agredirlo hasta matarlo. Entre ellas tenemos factores de la personalidad ya que cuando un individuo manifiesta problemas de tipo psiquiátrico este hecho afectará todos los aspectos de su vida, incluyendo el papel parental. Algunas mujeres, por razones de personalidad, pueden presentar considerables dificultades para actuar como madres. Dentro de los casos más extremos encontramos mujeres que padecen enfermedades mentales, como la esquizofrenia. La depresión puede ser también incapacitante en este sentido, pero en menor grado que los cuadros psicóticos que asumen formas más severas y permanentes’.
Otro de los factores que menciona la profesional son las condiciones ambientales tales como la pobreza extrema, condiciones deficientes de vivienda, desempleo, mala nutrición, que ocasionan estrés y ansiedad que pueden perjudicar la conducta materna en el trato a sus hijos.
En tercer lugar detalla los cambios hormonales en la mujer (menstruación, embarazo, parto, menopausia), que pueden acarrear consecuencias trágicas para la vida del hijo. ‘Estas crisis podrían influir en algunas mujeres, para la realización de
hechos delictivos, se hacen proclives al hurto, tienden a la agresión a las personas, y surge en esa situación un estado de irritabilidad. Específicamente el embarazo o el parto pueden desencadenar una psicosis durmiente y crea deseos y repulsiones singulares e insólitas que podrían influenciar en el hecho de un filicidio’. Son casos extremos.
Claro que a todo esto se suma un factor muy importante vinculado a la propia infancia de la madre ya que el amor se desarrolla precozmente en la vida, sobre una base de reciprocidad, en la que la experiencia de ser amado por los propios padres fomenta la capacidad de amar en el niño, permitiéndole responder con el mismo sentimiento y, más adelante, transferirlo a otras personas.
‘Algunos autores también argumentan que las deficiencias en cuanto a ser madre son debidas, al menos en parte, a la ignorancia. El aislamiento con respecto al núcleo familiar ha sido considerado como el responsable de que las madres no hayan tenido la oportunidad de aprender de sus propias madres y de otras mujeres experimentadas en este sentido, dentro de la sociedad’, agrega Flavia.