Edison Peña:

“Lo pasamos bien mal. Yo creía que no iba a volver y por eso estoy “súper loco” con este recibimiento. Muchas gracias. Gracias por creer que estamos vivos. Nosotros no somos artistas, somos gente común y corriente”. “Todas las oraciones de la gente me daban mas coraje para seguir adelante y no esperar durmiendo a que nos rescataran. Siempre tuvimos fuerza”. “Siempre hubo fe en todos mis compañeros”. “Corría con botas cortadas primero (10 kilómetros al interior de la mina) y después me enviaron zapatillas. Estoy bien, estoy super sano y por eso soy uno de los primeros en salir”.

Juan Illanes:

“Me sirvió (la experiencia de militar) mucho (…) Ustedes tienen que entender que en una condición como esta (derrumbe de la mina), siendo imprevista, te va a llevar al límite”.

Alex Vega:

“Fue complicado (abajo en la mina)”. “Yo quiero volver a la mina. Soy minero de corazón. Uno esto lo trae en la sangre”. “Todo el trabajo que se hizo para recuperarnos fue fenomenal (…) nunca perdí la fe”.

Richard Villaroel:

“El peor momento fue cuando cayó el segundo bloque (de rocas al interior del pique) y ahí se cerró por completo la mina. Pensé que no iba a volver a ver a mi señora, no iba a poder ver nacer a mi hijo”. “Pensamos que nos estaban buscando. Tratamos de ingeniar algo desde dentro, subir por la chimenea, pero no hubo caso, porque las escaleras sólo llegaban hasta cierto punto”. “Quemamos neumáticos para ver si veían el humo (desde afuera de la mina)”. “Nos dábamos apoyo en todo. No pensábamos en uno, sino en equipo. Las decisiones eran por democracia, la mayoría más uno”. “El viaje (de ascenso en la cápsula hacia la superficie) fue tranquilo. Subí escuchando música”.

Luis Urzúa:

El líder durante el encierro (foto) dijo que tenían “todo un protocolo cuando llegara la (primera) sonda (donde estábamos). Sabíamos que la sonda iba a quedar colgando, pero se olvidó todo el protocolo (…) francamente se olvidó y todos querían abrazar al martillo”.

“Todos querían colocar sus papeles (en uno de los martillos de la primera sonda cuando regresara a superficie). Algunos (mensajes) decían: mándame pan, tengo hambre, otros le escribían a la familia. Pero llegaron los (mensajes) que tenían que llegar”.

“Teníamos poquita comida, pero la supimos administrar (…) Al último comíamos cada 48 horas para dejar algo para después”. “La moral de repente podía decaer (…) Pero teníamos la suficiente fortaleza para conversar con mis trabajadores y explicarles lo que estaba pasando. Los que tenemos fe, teníamos la esperanza de que algún día íbamos a ser rescatados”.

Mario Sepúlveda:

“Estuve con Dios y estuve con el diablo. Me pelearon. Me ganó Dios, me agarré de la mejor mano (…) y en ningún momento titubee”.