Desde su casa, en el segundo piso de un edificio ubicado en Las Condes, Santiago de Chile, Carlos Suárez y su familia observan con incertidumbre y cautela lo que sucede en las calles de la ciudad, mientras oyen las balaceras nocturnas. “Pasan cosas que nunca hubiésemos imaginado”, dice el hombre que nació en Chile pero estudió en Argentina, donde conoció a su esposa, Carina Salinas, quien es de Santa Lucía. Acá tuvieron 2 de sus 3 hijos y hace 4 años, con quienes hace 4 años se mudaron a Chile para administrar una panadería familiar.
“Desde hace una semana se vive a media máquina aquí por todo lo que está pasando. Hay que tener en cuenta que el metro es el medio de transporte masivo y ya quemaron 48 estaciones. La gente común, los trabajadores, no tienen cómo movilizarse”, relató el hombre.
Y contó que “mis hijos no tienen clases, las universidades están cerradas, no funcionan las oficinas públicas ni el Registro Civil, está todo parado”. Para agregar, “a eso hay que sumar que la gente está asustada y sale temprano a comprar suministros para guardar en sus casas por temor a que esto empeore. Hay que tener en cuenta que los supermercados cierran a las 13,30, por temor, porque ya quemaron 12 supermercados y los camiones con mercadería no se animan a entrar. Todo eso contribuye a que haya desabastecimiento”.
En cuanto al toque de queda, comentó que “después de las 19,30 no salimos, no se ve a nadie en las calles, no hay ni perros. Pero durante la madrugada empiezan las corridas y escuchamos los tiroteos entre los carabineros y la gente que sale a hacer daño. Esta madrugada, por ejemplo, eran las 3 y empezamos a escuchar disparos, así que me fui a la panadería a cuidar, porque uno no sabe cuándo pueden entrar a quemar o romper todo”.
Sobre el inicio de las revueltas, Carlos aseguró que “aquí hay dos clases bien marcadas y hay mucha desigualdad. A la buena educación accede sólo la gente adinerada y el resto de la gente pasa muchas necesidades, se tiene que endeudar para sobrevivir. El costo del transporte se lleva el 30 por ciento de un sueldo promedio y los servicios, la luz, el gas, son carísimos. La gente se cuida a la hora de usarlos, pero a veces tiene que sacar créditos para pagarlos”.
Para agregar: “Todo eso se vive hace mucho tiempo y la gente se cansó. Hay mucha gente común que está saliendo a la calle por eso, para manifestarse y pedir que todo cambie. Y hay un grupo de vándalos que aprovecha el momento para salir a robar y quemar todo”.
A la vez, afirmó que “yo no sé demasiado de política ni entiendo cómo funcionan estas cosas. Pero es una cuestión de sentido común. Quienes están haciendo estos desmanes son personas que tienen conocimiento especial. No es sencillo quemar un supermercado que tiene sistema antiincendios y que los Bomberos hagan todo lo posible pero no puedan apagarlo. Ni quemar las estaciones de metro, que están hechas casi íntegramente de cemento y hierro”.
En cuanto lo que espera, aseguró que “nosotros con mi familia tratamos de mantener la calma, no somos de asustarnos, pero tomamos los recaudos necesarios. Creíamos que hoy, después de los anuncios del Presidente, iba a amanecer con un poco de calma, pero todo sigue. Yo creo que esto está lejos de terminar bien y pronto”.