El dolor de no saber si podrás darle de comer a tus hijos al día siguiente. Las dificultades que las personas atraviesan en la vida sólo serán comprendidas por quienes caminan en los zapatos del otro. Durísimos embates golpean a María Baéz una y otra vez. Tiene 8 hijos, la menor padece síndrome de Down y fue operada por una cardiopatía cada vez más complicada.
El terreno no es lejano a la Ciudad pero el contraste es extremo. La casa en la que vive María (33) con su esposo e hijos es un golpe a la dignidad humana. Está ubicada en calle Río Negro y Juan José Bustos, en un finca caucetera. Es prestada y no tiene baño. La construcción es mixta y, si bien está habitable, el cañizo sobre el que se sostiene la casa está carcomido y algunas paredes, rotas. La tierra, el barro y las alimañas rodean a la familia. Una vez, cuenta María, intentaron algo así como la construcción de una letrina un poco más armada y sostenible en el tiempo, pero no funcionó. Varias serpientes acechaban y una casi muerde a su hijo.
La vida de María está marcada por la miseria. Duele leerlo, hablarlo, escribirlo y mucho más vivirlo. Mauricio Ortiz (35) es su esposo. El matrimonio nació de jóvenes calurosos e inexpertos. Actualmente él está sin trabajo –al igual que ella- y no consigue ninguna changa. Es plomero matriculado pero la difícil situación económica no da lugar a que muchos refaccionen o arreglen sus viviendas, por lo que hace mucho que no puede practicar su oficio. El dinero es el gran ausente pero la colaboración abunda. María dice que sus hijos tienen la cena de hoy y el almuerzo de mañana asegurado, fundamentalmente porque su madre llegó con algunos fideos y verduras. Sin embargo, eso es la excepción y no la norma.
A pesar de todo, el matrimonio se esfuerza para que los chicos vayan asiduamente a la escuela. Una de las casualidades positivas es que el establecimiento escolar queda a sólo 7 cuadras de la vivienda familiar por lo que pueden pedalear en viejas bicicletas hasta allí.
María habla poco, lo justo. Relata con dificultad la dramática situación que vive y, en ocasiones, se siente como si estuviera un poco ausente de la charla. Debe ser imposible hablar de algo que duele tanto.
El peor momento de la familia llegó hace unos meses, cuando Milagros Ortiz, de apenas un año y dos meses, comenzó a sufrir una cardiopatía. Tuvo que ser operada en el Hospital Rawson y, aunque en un principio todo marchó bien, la nena con síndrome de Down fue internada nuevamente por neumonía, de la que se recupera poco a poco.
Si bien el Estado no está ausente, los servicios son burocráticos y lentos. Ante una urgencia de leche para la nena, María acudió a las reparticiones estatales. No tuvo, en ese momento, respuesta. No obstante, cuenta que, desde la operación de Milagros, una trabajadora de Desarrollo Humano agiliza algunos trámites y los asiste en lo que puede.
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