Saltó entre los brazos de un puente abierto en camioneta, derrapó autos peligrosamente en la Pampa del Leoncito, aceleró a toda velocidad en plena persecución y hasta atravesó el vagón de un tren de cargas. Fue parte fundamental de las publicidades de vehículos más espectaculares y peligrosas que tuvo la Argentina, cuando no había efectos especiales. Horacio “Willy” Turner era un increíble conductor de autos que hizo los más impactantes comerciales de Ford y otras marcas entre los “70 y “80, incluida la publicidad más laureada del país: la de la Ford F100 arrojada desde un avión Hércules en pleno vuelo. Esta audaz estrella detrás de los volantes nació en Buenos Aires, pero se vinculó para siempre con San Juan: perdió la vida el 30 de abril de 1984 filmando un comercial de la coupé Ford Sierra XR4 en Calingasta. Hoy se cumplen 35 años de aquella olvidada tragedia en el Barreal Blanco.
“El gran Willy pertenece a otras épocas, a otros valores, en que la televisión era tomada en serio y las publicidades vendían sin mentiras. Ya no existen estrellas como Willy, ya no existe la audacia y la destreza para vender un producto. Horacio Turner era un grande entre los grandes”, lo describió Lucas, un fan de culto que mantiene vivo su legado en las redes sociales. Y eso tal vez pinta a la perfección a Turner, que perdió la vida un mediodía del 30 del abril en Barreal, al volcar un Ford Sierra que manejaba cuando ya terminaba la filmación de la segunda publicidad que vino a hacer en San Juan.
Horacio Guillermo Turner tenía 47 años y dejó viuda a María Angélica Carrasco y sin padre presente a Horacio, por entonces de 18 años. Y su muerte le dio paso a una increíble historia, vivida con intensidad y adrenalina.
Turner era un privilegiado en el manejo de autos. Tenía un taller en Buenos Aires cuando con sus amigos formó un grupo que hacía acrobacias y maniobras arriesgadas en autos y motos. Sus shows recorrían canchas y predios de Buenos Aires y surgió de una idea que habían tomado de Estados Unidos. Se hacían llamar Los Rompecoches, Los Diablos Rojos del Volante, El Circo de la Muerte o Suicidas del Volante, nombres por demás tentadores como para pagar una entrada allá por la década de 1960.
Turner filmó publicidades junto a pilotos de la talla de Oscar Gálvez, su ídolo, o Luis Di Palma.
El promotor de aquellos espectáculos se llamaba Alberto Rojo, pero su alias artístico era Al Red. A Horacio Guillermo Turner lo bautizaron Willy y le quedó el apodo. Los Rompecoches, en los que Horacio saltaba en motos o hacía andar sus autos en dos ruedas se disolvió con la muerte de algunos de sus integrantes y Turner se dedicó a su taller.
Un día le presentaron a Horacio Casares, dueño de una agencia de publicidad y director de comerciales. Coleccionaba coches de la marca Jaguar, que compraba dañados y Turner los restauraba. En tiempos en que los autos eran promocionados por potencia y velocidad, el dúo no tardó en unirse en proyectos: Casares filmaba y Turner manejaba. Hicieron decenas de publicidades, para Dodge, para Chevrolet, para Ford. Pero en 1974 tocaron el cielo con las manos: lanzaron una F100 desde un avión y la publicidad se cansó de ganar premios en el mundo.
Arrojar la pickup era extremadamente arriesgado y la Fuerza Aérea tenía sus protocolos. Willy quería lanzarse a toda costa con la camioneta, pero la FAA no lo permitía. Para la leyenda, Turner saltó; para una publicación usaron un muñeco. Eso sí, Willy realizó varios saltos desde distintas alturas para las tomas del impacto de la F100 en el suelo. Después de ser presentado en sociedad, el film causó la revolución que esperaban. Por eso Ford le hizo firmar a Casares un contrato de exclusividad: sólo podía hacer publicidades para la marca y por supuesto, el piloto de pruebas no podía ser otro que Willy.
Cada auto que Ford lanzaba al mercado, ahí estaban Casares y Turner. Así llegó Torero, para el Taunus, que filmaron en la Pampa del Leoncito en 1982 en una coreografía de dos autos. Y también Persecución, una arriesgada filmación también entre dos Taunus, con vuelco incluido de un camión y Horacio saltando y atravesando un vagón de un tren que se le cruzaba en el camino. Impresionante.
En 1984, la marca del óvalo decidió promocionar la coupé Ford Sierra XR4. Y eligieron nuevamente al Barreal Blanco para rodar. Llegaron a fines de abril y tras agotadoras jornadas, aquel día 30 ya tenían casi todo listo. Pero Willy, motivado por alguna razón que nunca se conocerá, se subió el auto para hacer otra prueba en la planicie de la Pampa del Leoncito. No se colocó el cinturón de seguridad ni el casco; y aceleró. La familia de Turner aún no sabe qué pasó, pero aparentemente Horacio intentó hacer un giro, el auto se clavó con una de sus ruedas delanteras y picó de punta, para un vuelco atroz. Willy no sobrevivió.
El cuerpo llegó dos días después a la sala velatoria del barrio bonaerense donde vivía, en la que esperaban desolados y atravesados por el dolor tanto Angélica como Horacio hijo. El comercial nunca vio la luz. Y Willy murió como tal vez le hubiese gustado, en un auto y a toda velocidad.
El comercial del Hall of Fame
- El comercial de la F100 arrojada desde un Hércules C-130 de la Fuera Aérea es un clásico de la publicidad. Aquella obra maestra de Casares, cuyo slogan fue “Ford F100, la pickup más fuerte de la Argentina”, ganó incluso dos primeros premios en el Festival Clio, sin precedentes para el cine publicitario nacional. Es más, en 1979 ingresó al Hall of Fame y pasó a integrar la lista de los mejores anuncios del mundo. De hecho, en 1999, hicieron una remake del laureado comercial.