Tres mesas larguísimas, en un salón vidriado y muy iluminado, son el lugar donde unos 200 alumnos de la UNSJ, que cursan diferentes carreras en el CUIM, almuerzan todos los días. Hace unos días y luego de permanecer muchos años sin poder ser inaugurado por diferentes inconvenientes (ver aparte), la sede de Rivadavia de la universidad abrió el comedor, en el que los estudiantes almuerzan por tan sólo $10. Autoridades de esta área de la UNSJ dijeron que el lugar tiene capacidad para 300 estudiantes y que si bien actualmente no hacen los alimentos en las cocinas de ahí, por falta de habilitaciones o de infraestructura que se está mejorando, calculan que a fin de año la cocina quedará habilitada al 100%.
De lunes a viernes, desde las 12,30, este edificio, que durante meses fue utilizado como vacunatorio en el contexto de la pandemia de coronavirus, abre sus puertas a los estudiantes. Sin embargo, desde unas horas antes ya hay personal en el interior limpiando las mesas, acomodando las sillas o calentando enormes ollas con agua para terminar de cocinar algunos alimentos. "La comida más compleja llega lista desde el comedor de El Palomar y nosotros la calentamos o cocinamos los fideos, arroz o polenta, por ejemplo, porque para eso ya tenemos parte de la cocina instalada", dijo Horacio Soria, director general de Atención Universitaria, quien comentó que el lugar antes funcionaba en el sótano de la Facultad de Ciencias Exactas y que ahora los alumnos están más cómodos.
"Hasta antes del receso invernal, comíamos en el otro comedor y estábamos más amontonados y en un lugar más oscuro. Ahora está todo más cómodo, en muchos sentidos", dijo Zoe Toledo, que es estudiante de la carrera de Contador Público y que cursa en la mañana y en la tarde y que almuerza casi todos los días en la facultad porque caso contrario tendría que perder mucho tiempo en ir y volver hasta su casa. "Además, tendría que tomarme más colectivos, y me gastaría mucho dinero. Es muy bueno que el plato nos cueste sólo $10, porque ni una tortita compro por ese dinero", agregó la joven.
Para recibir este beneficio, los estudiantes sólo deben certificar que son alumnos y tienen que comprar en el Departamento de Alumnos el ticket para comer. Ese pase es el que cuesta $10 si se compra sólo por día, mientras que si los estudiantes compran el baucher mensual, pagan solamente $9 diarios para almorzar de lunes a viernes.
Luego de comprar el ticket, los estudiantes ingresan al comedor, donde retiran una bandeja de acero inoxidable y sus cubiertos. Ahí reciben el menú diario, que es armado quincenalmente por una nutricionista y que incluye una porción de proteínas (carne), de hidratos de carbono (fideos o arroz, entre otros) y verduras. Esto, además de pan y una fruta para el postre.
Los alumnos pueden comer en el comedor y sentarse donde quiere. Debido a que el cupo máximo no está alcanzado aún, los chicos almuerzan distanciados y cómodamente. Además, hay algunos que optan por llevarse la comida a sus casas. "Quienes no quieren comer acá, pueden llevarse los alimentos, pero deben firmar una declaración jurada previamente porque nosotros no sabemos cómo conservan esos alimentos fueran de nuestra sede y si se contaminan o pierden la cadena de frío", explicó Soria y dijo que en el comedor trabajan unas 10 personas y que cuentan hasta con una bromatóloga que controla que cada parte del proceso cumpla con las normas de seguridad.
Una de las caras visibles del comedor es el sector donde los estudiantes almuerzan. Sin embargo, detrás de esa zona hay un mini ejército de personas que se encargan de servir la comida, de lavar los utensilios que van quedando desocupados o los platos que dejan los estudiantes y hasta de mantener en condiciones las mesas donde los alumnos ya comieron.
Detrás de la mesada donde los chicos reciben la comida, está la cocina con todo su equipamiento, que según la gente de la UNSJ es una de las más grandes de San Juan. En ella hay un economato (sector donde se almacenarán los alimentos) que se conecta a través de dos grandes mesadas con el sector de la preparación de las carnes y el de las verduras. "Están separados para evitar la contaminación de los alimentos. Cada uno tiene su mesada, su bacha y hasta herramientas industriales como pelador de verduras y picadora de carne", explicó Soria y mostró que el sector de depósito cuenta además con tres cámaras frigoríficas.
El sector de la cocina es otro mundo. Más de 10 hornallas, dos hornos industriales, bacha y mesadas larguísimas son el lugar donde antes de fin de año se prepararán los alimentos. "La idea es que cuando tengamos todas las instalaciones listas, podamos cocinar todo acá. Tenemos cocineros y ayudantes capacitados", concluyó Soria.
Una obra que tuvo demoras y muchas fallas
Finalmente y después de mucha espera, el comedor del CUIM comenzó a funcionar, pero a medias. Desde la UNSJ recordaron cómo fue el camino que hizo este edificio, que es un gran anhelo de la comunidad educativa y que estuvo colmado de fallas y demoras. Estos inconvenientes llevaron a que haya hasta una investigación para saber qué pasó.
En 2014 se inauguró la primera etapa de ese edificio. Consistió en la construcción de un salón de 840 metros cuadrados. La segunda fase comprendió la edificación de la cocina, el depósito, un ambiente para la refrigeración de alimentos, el sector de lavado, baños con duchas para el personal y una oficina administrativa. Tras esas ampliaciones, que hicieron que la UNSJ invirtiera más de 20 millones de pesos, las autoridades universitarias dijeron que el comedor del Complejo Universitario Islas Malvinas (CUIM) iba a comenzar a funcionar en 2019, cosa que no sucedió. Es que la UNSJ recibió recién en 2021 la finalización de obra y por esta razón se comenzó a investigar si las demoras se dieron por parte de la empresa o si hubo negligencia de la gestión anterior. Es que además de que los tiempos fueron larguísimos, la obra se entregó con muchas fallas.
El año pasado, en noviembre la UNSJ recibió la cocina y comenzaron con la instalación de algunos equipos como las bachas, los hornos y las mesadas, entre otros. Sin embargo, en simultáneo tuvieron que comenzar con obras nuevas, pues el edificio no tenía las aberturas obligatorias de ventilación, no contaba con zonas señalizadas y hasta construyeron el contrapiso de un sector que impedía que se abrieran las cámaras frigoríficas porque la altura del suelo era mayor al de las puertas de estos equipos. "Hicieron instalaciones domiciliarias, cuando se necesita mucho más gas y electricidad, por eso no podemos trabajar en las cocinas al 100%. Estamos mejorando todo, pero tuvimos que poner hasta luces nuevas, porque el lugar era oscuro", agregó Soria y dijo que la idea es que a fin de año y tras miles de idas y vueltas el lugar esté operativo completamente.