Cada año, Mario Cruchet celebra su cumpleaños dos veces: el 6 de marzo, día en que vino al mundo, y el 25 de mayo, fecha en la que, según él mismo cuenta, volvió a nacer. Ambos días, sin excepción, hace un asado con la familia, los amigos y cualquier conocido que se cuele en la fiesta. En Coquimbo, donde vive, todos le saben esa excentricidad, pero nadie se la cuestiona. Es porque conocen su historia, marcada por el paso abrupto del drama más oscuro a la felicidad más completa en sólo un día, precisamente el 25 de mayo de 1975, cuando el chileno Mario, inmigrante forzado por el desempleo y la dictadura pinochetista, víctima del tifus, con los médicos desahuciándolo al unísono, con el sacramento de la Extrema Unción ya aplicado, fue operado de urgencia y arrancado de las entrañas de la muerte en un hospital sanjuanino.

Hoy, a sus 61 años, es difícil imaginarse a este hombre como un joven moribundo. Sólido y colorado, reparte abrazos apretados y, a quien se lo pida, le hace una rápida demostración de su curiosa habilidad para apagarse cigarrillos en la lengua y atravesarse agujas y rayos de bicicleta por la cara, vestigios de su época de faquir en el Circo Minero de La Serena.

Pero es así: estuvo a punto de perder la vida. Recién llegado a San Juan y ya enfermo, una peritonitis tífica le perforó el intestino y lo dejó postrado. Empeoró, estando solo en el mundo, y tras algunas intervenciones, los médicos finalmente le dijeron que ya no podían hacer nada más, que estaba en las manos de Dios. "Fue cuando vi el túnel y vi esa luz, se lo juro", dice ahora Cruchet. Era tan poco lo que había podido hacer de este lado de la cordillera desde que allá lo habían echado de la Universidad Técnica del Estado "por comunista" ("…y pensar que nunca me metí en política, y muchos menos sabía ni dónde quedaba el Partido Comunista", confiesa), que no podía sentir otra cosa que una profunda derrota final.

Casi inconsciente, intuyendo sus últimos minutos, le pidió al sacerdote salesiano que estaba en el hospital, el padre Giacomelli, que le otorgara la Extrema Unción. Y cerró los ojos. En país ajeno, sin familia cerca, Mario masticaba lágrimas amargas en la cama callada.

Muy lejos estaba de adivinar las vueltas que le esperaban.

JUSTO A TIEMPO

El 25 de mayo de 1975, día no laborable por el aniversario de la Revolución de Mayo, el quirófano del Hospital Rawson estaba inactivo: no era usual operar en feriado. Pero el chileno tuvo su ángel. Viendo que si no hacían algo de inmediato lo perdían, dos médicos, Salvador Lo Cascio y el doctor Claudeville, lo trasladaron al Rawson, abrieron la sala exclusivamente para él y lo intervinieron. Estaba débil, pero esa nueva cirugía estaba dando resultado. Le habían salvado la vida.

Desde entonces, además de festejar dos cumpleaños, Cruchet no deja de decir lo agradecido que le está a San Juan, a los amigos que hizo, a las personas que le dieron trabajo, a los curas de Don Bosco (en cuya casa religiosa estuvo alojado buen tiempo de su convalescencia). Con Don Bosco tiene algo especial. Hizo la primaria en una escuela salesiana y, como devolución a la ayuda que recibió acá, ya de regreso a su Chile natal puso una tienda, una florería y después una empresa de cabañas, todas con el nombre de Don Bosco. Y así lo llaman "hasta los perros", dice, en Coquimbo: El Bosco.

Antes de irse a Chile de vuelta en 1977, Mario se encontró con su compatriota Susana Campusano en el cine que entonces había por calle Mitre, frente a la Plaza 25 de Mayo. Se conocían de la facultad y, salida va, paseo viene, estuvieron "pololeando" tres meses y tres semanas, hasta que regresaron a Coquimbo, se casaron y tuvieron tres hijos.

Allá, el salvado se hizo salvador. Como bombero voluntario rescató a una mujer de un incendio (lo nombraron Hijo Ilustre de la ciudad), y en otros episodios les brindó primeros auxilios vitales a otras tres personas, incluida una nietita. Pero ahora, por quinta vez de visita en esta provincia, dice que la cereza de la torta para tantas emociones la tendrá recién hoy. Será la primera vez después de haber "resucitado" que festeje su cumpleaños apócrifo de 25 de mayo en San Juan, la tierra que le devolvió la vida.