Con Bianchi de entrenador, Vélez provocó acaso uno de los impactos más fuertes en las copas intercontinentales cuando el 1 de diciembre de 1994 superó en Tokio 2-0 al Milán. Trotta, de penal, y Asad anotaron para el equipo de Liniers que en la final de la Libertadores ya mostró todo su temple cuando venció en el Morumbí a San Pablo. Los italianos llegaban a este cruce luego de ganar por tercera vez consecutiva la Supercopa de su país y tener entre sus figuras a Maldini y Baressi.