Bajo el Sol implacable del mediodía, el Autódromo El Zonda-Eduardo Copello rugió ayer de manera distinta. El Torino domó la pista y se adueñó de ella, entre vuelta y vuelta, con su bramido. La periodista de DIARIO DE CUYO aceptó la invitación y decidió embarcarse por unos minutos en el vértigo del Toro, con la mismísima Resolana al volante. La velocidad hizo subir las pulsaciones a medida que el velocímetro pasaba de los 80 a los 100km/h. Las bocanadas de aire tibio hicieron lo suyo para subir la temperatura y, casi a propósito, elevar la adrenalina. Ya en la mitad del recorrido y con el pulso aclimatado, era imposible no admirar la serenidad con la que andaba el motor. No perdió ese sello ni siquiera al pasar por dos curvas cerradas que desafiaron las habilidades de Resolana. A las palabras de festejo se sumó una nueva apuesta con el acelerador a fondo, cerca de la recta final. De repente, apareció esa mezcla entre la extraña calma que indica el fin del camino y la ansiedad por la posibilidad de continuar. Cuando sólo quedaban unos metros para llegar al punto de partida, resonó la pregunta esperada. ‘¿Damos una vuelta más?‘, dijo Resolana, y la respuesta no pudo ser otra más que un sí entusiasmado.
