Con un cuerpo de poco más de un metro de altura, es una de las figuras principales del altar de la parroquia San Juan María Vianney, de la Villa Marini, en Santa Lucía. La devoción de los fieles hacia lo que representa fue tal, que ya se hacía notar en todo su cuerpo desgastado. Con sus rasgos despintados por tantos roces y las manos rotas por sus viajes en procesiones, el Cristo llegó a manos de Héctor Salinas, el mismo artista plástico que reconstruyó la imagen de la Virgen de Lourdes de La Laja (luego de que un acto de vandalismo la dejara convertida en irreconocibles pedazos de yeso). Ahora, tras una renovación total, el Jesús de yeso regresó a su iglesia como nuevo.

Las señales del tiempo eran evidentes en la imagen del Cristo. Ya no se distinguía ni los colores originales de su rostro ni los de su manto y heridas que recorren su figura. Las procesiones por las calles aledañas a la parroquia también dejaron su huellas. De tanto sacarlo y entrarlo a la iglesia con su cruz a cuestas y subirlo y bajarlo de las movilidades o personas que lo transportaban, sus manos se trizaron un poco.

Con esta imagen se encontró Salinas hace casi un mes. El vicario Hugo Vera, junto al párroco Eduardo Ceballos, fueron los que le encargaron la restauración de esa valiosa imagen. El trabajo fue parte de los arreglos generales que hicieron para festejar los 50 años de la parroquia del 31 de julio al 8 de agosto. Para esa fecha, se pintó el templo y la imagen de la Virgen, entre otras cosas. Y la misión de arreglar el Cristo cayó en manos de este artista plástico.

El había solicitado un mínimo de un mes para hacer la reparación, pero ante la urgencia de los festejos, tuvo que terminarlo en sólo 10 días. Lo sacó de su cruz y lo llevó a su taller. Primero le hizo una limpieza general para poder observar los colores reales que estaban debajo de las huellas que fueron dejando las miles de caricias que recibió de los devotos. Luego reconstruyó las manos con pasta y enduido, las lijó y pintó. También colocó uno de los clavos de las manos que faltaba. Todo lo restante dependió de la mano del artista, que tuvo que arriesgarse a completar la pintura del cuerpo con fotos de distintas imágenes de Jesús crucificado.

Así volvió a resaltar sus costillas, la herida de la lanza que se clavó en su costado, las facciones de su cara, los cortes en su cuerpo y los de sus manos y pies, la piel y los pliegues del taparrabos. "Como es una imagen vieja, le quise dar ese efecto para hacerlo más real. En realidad hice todo el trabajo de pintura en dos días. Lo complicado fue esperar a que se secaran los materiales para poder seguir trabajando", dijo con orgullo el artista.

La pieza volvió a su altar el 30 de julio pasado, justo antes de los festejos parroquiales. Aún tenía la pintura fresca, por lo que las manos de los cientos de fieles que fueron a honrarla fueron dejando algunas marcas. Ahora Salinas le hará un nuevo retoque y barnizará toda la imagen para dejarla lista para las próximas adoraciones.