Para Vilchez, un persona que desde hace años duerme a la intemperie donde la noche lo encuentra, el brindis esta vez lo halló rodeado de personas, sentado a una mesa con mantel blanco, comida en abundancia y el cariño de gente que nunca antes había conocido. Vilchez, a secas para todos, confesó entonces que si no hubiera sido por ese grupo de adultos y jóvenes, a esa hora hubiese estado solo, llorando y acobachado en algún banco de plaza. Él, junto a 12 personas más que viven en la calle, fueron protagonistas de una cena navideña que organizó la ONG cristiana Por Una Vida Mejor el 24 a la noche. Esa ONG se encargó de buscar, bañar, vestir y darle de comer a esos indigentes con el solo objetivo de ofrecerles una Navidad diferente. La cena estaba prevista en la plaza España, pero la lluvia de Nochebuena obligó a buscar un refugio y fue gracias a la solidaridad del personal de seguridad del Centro Cívico que pudieron armar las mesas en el hall de acceso al complejo.

‘Ya teníamos todo listo y tuvimos que salir desesperados a buscar un techo. Nos dejaron estar en el Centro Cívico, un lugar emblemático de la provincia y en el que nunca hubiéramos pensado festejar Navidad. Fue una jornada especial para las familias que fuimos parte de esto y para esas personas de la calle que contaron sus historias de vida en una noche que se extendió hasta las 5 de la mañana’, contó Delfor Luna, pastor de la Iglesia Cristiana Un Encuentro con Jesús, de la que depende la ONG organizadora.

El menú fue pollo, sandwichs de miga, ensalada rusa y gaseosas, pero para después de las 12 no faltaron las garrapiñadas y pan dulce. Además, otras familias se acercaron después de cena con más comida, para compartir, y todo lo que sobró fue entregado a los indigentes, además de ropa y calzado.

Los integrantes de la ONG buscaron previamente por la Terminal de Ómnibus, la plaza Aberastain, el hospital Rawson y la Peatonal a personas sin techo, los llevaron a sus casas para que se bañaran y les dieron ropa, antes de trasladarlos al punto de encuentro.

‘La sobremesa fue larga, en la que algunos de nuestros invitados contaron sus historias de vida y cómo fue que terminaron viviendo en la calle. Al final se fueron tan agradecidos, que un señor en la despedida nos dijo que éramos enviados de Dios. Esos nos terminó por llenar el alma’, dijo Luna.