A pesar de que la mayoría de la gente siente adrenalina y hasta miedo con sólo pensar en practicar paracaidismo, para ellos tirarse desde la avioneta es una de las actividades más cotidianas. Así dominan la situación como quieren: se tiran entre las nubes, caen con rapidez o quedan suspendidos, como levitando. Direccionan su cuerpo a pesar de los vientos y logran inclusive aterrizar en un punto exacto. Esos paracaidistas, que por haber llegado a ser dueños del aire se especializan en las disciplinas de precisión (deben caer en un punto y su performarce se mide en centímetros), llegaron desde distintas partes del continente al aeroclub de Pocito. Su desafío: ganar el Campeonato Latinoamericano de Paracaidismo, que se desarrolla desde ayer y hasta el próximo sábado.

‘Un día iba caminando, miré al cielo y vi un paracaidista. Tenía 16 años y en ese momento supe que eso era lo que quería hacer. En cuanto conseguí entrar a un club no dejé de saltar‘, cuenta Ana Isa García, quien nació en Cuba. Hoy, 23 años después, el paracaidismo es su vida. Ana trabaja en el Centro Internacional de Paracaidismo, en su país. Y, además, participa en todos los campeonatos que puede. Lo que le dio frutos: llegó a ser campeona del Latinoamericano 2006, en Colombia.

La cubana no tiene hijos, y es que la mayoría de los paracaidistas dicen que es difícil combinar la actividad y la familia. Entre los que opinan eso está Diego Gabriel, uno de los 4 brasileños que llegaron a San Juan. Diego argumentó que ‘tenemos que viajar mucho y este es un deporte considerado peligroso. De nosotros, sólo uno está casado y tiene hijos‘. El joven es paracaidista desde hace 9 años y se cansa de enumerar todos los campeonatos que ya ha ganado el grupo.

Dice que ‘lo mejor del paracaidismo es que no tiene límite de edad. Siempre que tengás una condición física buena, podés seguir saltando‘.

No importan sus nacionalidades, todos saltan cada vez que pueden. Pero entre ellos, hay un paracaidista que se planteó nuevos desafíos. Es el chileno Julio Muñoz, que se calzó el paracaídas y se tiró de un edificio primero y, después, de un puente. Sin embargo, no le bastó. Hace unas semanas, se subió a una moto y se tiró a un acantilado. ‘Cuando estaba en el aire solté la moto y abrí el paracaídas. La moto cayó y explotó, yo llegué al suelo sin problemas‘, cuenta extasiado.

Por su parte, Mario Bogado es un ícono paraguayo. Comenzó a saltar ni bien se formó el grupo conocido hoy como Asociación Paraguaya de Paracaidismo Deportivo. ‘Cuando hice el servicio militar tuve que hacer el curso de paracaidismo. Eran sólo 5 saltos y yo quería seguir. Justo había dos hombres, uno chileno y otro italiano, que estaban formando un club en Paraguay y me prendí‘, cuenta.

Y en el ámbito nacional, el que se destaca es Sergio Dalcol. Sus compañeros lo denominan ‘el único civil‘. Es que el equipo argentino está formado por 2 integrantes del Ejército, 2 de la Armada y por él, que trabaja en un taller. Sergio es uno de los más tímidos de los deportistas, duda en hablar con la prensa y tiene una costumbre particular. ‘Desde hace 10 años no llevo la cuenta de mis saltos, llegué a los 1.500 y me cansé‘, cuenta a diferencia de sus compañeros, que los enumeran uno por uno.
Así, a pesar de sus diferencias, todos coinciden en algo: cuando les toca saltar, manejan sus movimientos a gusto y placer y caen justo en el punto que les marquen en la tierra para hacerlo.