El paisaje que observan durante casi dos meses está pintado por un sinfín de telas. Ellos las cosen, las pegan, las pintan, las adornan. Trabajan durante todo el día para crear lo que parece la ropa de los personajes de un cuento de hadas. Planean cada detalle, analizan el movimiento de los géneros y hacen todo pensado para que nada se caiga tras el brusco movimiento de los actores. Todo eso, para impactar al público durante una escasa hora y media. Así, una veintena de personas trabaja en dos talleres de alta costura creando parte de los más de 1.200 trajes que se verá en el escenario de la Fiesta Nacional del Sol, el próximo 25 de febrero, en el autódromo, donde se mostrará la comedia cuyo eje es ‘Vino argentino, bebida nacional‘.
Un revuelto de azules, verdes, rojos, amarillos, dorados y muchos violetas se ve sobre la mesa del taller de costura, desde el pasado 3 de enero. Algunos son ásperos, otros son tan suaves como el algodón y otros se resbalan y caen como si fueran plumas. En la habitación pequeña, escondida tras esas telas, una mujer hace correr los hilos en una máquina. Se trata de Lorena Morales, quien trabaja con el diseñador Alejandro Parra desde hace 6 años. Ella tiene a su cargo las prendas más importantes, por ser las que usarán algunos de los protagonistas del show.
Mientras tanto, Parra, a cargo de la realización del vestuario, trabaja parado frente a un mesón que sostiene los géneros. Entre ellos se puede encontrar brocatos, crepes, gasas, voile, telas laminadas, algodones texturados y sedas brillantes y pesadas.
‘Tratamos de comprar la mayoría de las telas acá. Si no las conseguimos, las buscamos en Buenos Aires. A otras, como las sedas, las tuvimos que traer de París‘, cuenta Parra, mientras vuelve a medir los moldes hechos a medida de cada uno de los 320 artistas.
LA GRAN COCINA DE TELAS
En otro rincón sanjuanino, enmarcados en un gran galpón, una docena de costureros se transforma en mago dando forma a los retazos. Trabaja durante todo el día, mientras los mates se inmiscuyen entre las 4 máquinas de coser. Allí, los maniquíes y perchas se mezclan con las bobinas de hilo. Atrás, resaltan el stencil y los aerosoles recién usados. Y en un perchero lucen las sedas decoradas. ‘Sobre las sedas, pintamos distintas formas de variados colores que representan la textura y el tono de cada uno de los 60 varietales de vino‘, cuenta Parra, que visita el taller grande para dar indicaciones. Y dice que ‘a cada pieza se le realiza un trabajo especial, no importa cuánto tiempo estará en escena. Por ejemplo, estos 10 trajes con puntillas sólo se usarán unos segundos, pero todo está prolijamente cosido‘.
Esa habitación se transformó en la casa del equipo de costura. Allí, trabajan, charlan, se ríen y almuerzan. ‘La pasamos bien. Hacemos lo nos gusta en un lugar cómodo y con materiales de buena calidad. Todos nos preocupamos porque las cosas queden como quiere Alejandro, así él puede cumplir con lo que han pedido‘, cuenta sin dejar la aguja Andrea Martínez, quien trabaja con el equipo que tiene en su propio taller. Ella trabajó en los trajes de todas las ediciones de la fiesta. ‘Nunca podía ver el espectáculo, porque seguimos trabajando atrás del escenario. Pero el año pasado lo vi desde la cama. Es que estaba a punto de tener a mi bebé‘, dice.
En esas condiciones, a pesar de que los costureros que comparten mesas, máquinas y tijeras saben que podrán respirar recién dentro de 15 días, cuando caiga el telón, todos están enchufados y atentos, para que todo salga tal como está planeado.

