El olor a tierra suelta mezclado con el hedor de los perros se siente ni bien se cruza el puente que está sobre el canal y lleva a la casa de adobe. Adentro no hay muebles, sólo se puede ver una pequeña mesada con una olla negra y, en la habitación contigua, un par de colchones rodeados de ropa y bolsas desparramadas. Así es la casa en la que vivían los 3 niños que fueron rescatados por el Ministerio de Desarrollo Humano y ahora permanecen en un hogar del Gobierno hasta que la Justicia determine qué pasará con sus padres.

La basura se ve desde la calle, un camión viejo y destrozado está apostado al lado de la vivienda. Media docena de perros a los que se les ven las costillas y tienen la piel carcomida por la sarna, salen cuando escuchan que se acerca gente. Y ni bien el encargado de cuidar la finca en la que se encuentra la vivienda abre la puerta de ingreso, los perros entran y comienzan a lamer los pocos cuencos que están desparramados en el suelo.

Adentro, prácticamente no entra la luz del Sol, las ventanas están cubiertas con trapos. Como consecuencia, apenas se ve lo que hay en el interior: baldes de distintos tamaños, un viejo carrito de bebé casi desarmado y una única mesa cubierta por un mantel. Allí estaba el televisor que transmitía la señal de la televisión satelital, cuya antena cuelga del techo. “Cuando la Policía se lo llevó, Riveros -el papá de los niños- me pidió que sacara el televisor para que no se lo robaran”, cuenta Vicente Ruarte, quien vive al lado de esa vivienda, en otra casa de la finca ubicada en Caucete. Según el hombre, la familia vivía allí desde marzo pasado, aproximadamente, porque el dueño del lugar les prestó la casa. Y subsistían gracias a las changas que, cada tanto, hacía el padre.

“No sé si la mujer les pegaba a los chicos, pero me llamaba la atención porque siempre veía al nene más grande -de 4 años- desnudo y descalzo. Igual, yo no me acercaba cuando estaban ellos, porque la mujer tiene muy mal carácter, estaba todo el día sentada y retando a su esposo, que se iba al fondo de la finca para no escucharla. De hecho, me contó que fue él quien llamó al 102, porque no aguantaba más”, relata Ruarte. Y agrega que “en el momento en el que la mujer vio que pasaba la camioneta se dio cuenta de que la estaban buscando. Entonces, corrió con los niños a los parrales para esconderse, pero la encontraron”.

Además, de la cocina comedor, en la casa hay una pieza, donde se puede observar dos colchones colocados sobre el suelo. No se ve el baño y Ruarte cuenta que “cuando ellos llegaron había una letrina afuera, pero se rompió y no la arreglaron más. Por eso vivían sin baño”.

En esas condiciones, parece que la casa hubiera estado deshabitada por años y resulta difícil pensar que, hasta hace 3 días, allí vivían 3 niños con sus papás.