La galería del fondo de su casa es uno de los rincones favoritos de Patricio Llanos. Ahí, entre retazos, bolsas de arpillera, un mesón y una máquina para cortar tela, el hombre de 91 años pasa gran parte de su día. Se define como amante del trabajo y a pesar de que tiene una jubilación, nunca dejó de trabajar. De hecho, dijo que lo hace de lunes a lunes, sin parar, y siempre con mucha alegría. "Si uno se queda quieto se endurece el cuerpo y se envejece. Yo todo lo que tengo es gracias al trabajo. Desde chico mi papá me enseñó a trabajar y a leer", dijo don Llanos, quien vive solo y no usa lentes ni toma remedios. En la previa del Día del Trabajador, que se celebra mañana, abrió las puertas de su casa para contar cómo es su vida ligada al trabajo, que según él, lo rejuvenece.
Don Llanos, como lo conocen sus vecinos, vive en Caucete, a pocas cuadras de una de sus hijas. No le gusta salir de su casa y dijo que él es bastante independiente y que por eso sigue trabajando. A lo largo de sus 91 años trabajó como verdulero, encargado de fincas, en la construcción, en una carpintería cortando maderas y hasta tuvo una retacería propia, que hoy es de su hija. Cuando se jubiló, optó por llevarse el trabajo a su casa. Empezó cortando con un cuchillo de cocina rollos de tela o totora elástica para vender a las fincas que tienen parrales y que usan estos retazos para atar las plantas. Hoy sigue haciendo ese trabajo, pero en vez de cortar a mano, lo hace con una cortadora eléctrica que le regalaron y que le facilita la tarea.
Se enorgullece cuando le dicen que se encuentra muy bien para la edad que tiene y no puede disimular la emoción cuando recuerda sus años de juventud y de todo lo que trabajó. "El trabajo le da a uno dignidad y yo todo lo que tengo lo gané con mis manos", dijo secándose las lágrimas y comentó que su día laboral arranca a las 6 de la mañana. Se levanta, toma el desayuno y sale al patio de su casa. Desarma los rollos de tela en el suelo y luego los dobla de manera tal que la tela pase por la cortadora.
En su silla, que tiene varios almohadones para estar bien cómodo, pasa horas sentado. Llena bolsones con recorte (tiritas de unos 5 centímetros) y luego los apila. "Los paquetes más chicos pesan 10 kilos y los pongo uno arriba del otro para que no ocupen lugar", dijo y mostró cómo levanta esos paquetes de retazos como si nada pasara. "Yo estoy fuerte aún", agregó entre risas y casi a los gritos, porque lo único que le cuesta es oír. Así, don Llanos pasa casi todo el día. Sólo se detiene a almorzar (comida que le lleva su hija) y luego sigue trabajando. No duerme siesta y dijo que se acuesta "tempranito" para arrancar el otro día con la misma energía, pues no para ni los fines de semana.