Después de tres jornadas de lluvia y frío en Río de Janeiro, el Sol volvió a salir ayer y los peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud recorrieron la zona de Copacabana para dar ‘baños de multitud‘ al Papa, que se mostró frente al Palacio Arzobispal San Joaquín sin paraguas, ni pilotos.
El clima cambió, y eso se tradujo en la transformación de la fisonomía de la ciudad, en la que sus visitantes y habitantes, muchos de ellos con camisetas verdeamarela, aprovecharon para disfrutar desde tempranas horas la jornada soleada en la playa, mientras aguardaban la llegada del Santo Padre.
La llegada del ‘Papamóvil‘ generó la misma explosión de gritos que se vienen escuchado por estos días ante cada aparición de Francisco. Desde las calles, al papa Francisco se lo pudo ver sonriente y alegre, saludando y bendiciendo a cada niño que le acercaban los policías militares que custodiaban el acto.
A cien metros del Palacio, el Papamóvil se detuvo y Francisco, una vez más, rompió con el protocolo y con toda previsión de seguridad: se bajó y se acercó a las vallas que contenían a un delirante grupo de gente.
Minutos después de que el Papamóvil ingresó al palacio, una monja de hábito blanco se asomó al balcón, generando confusión entre la gente, y ganándose una involuntaria ovación, a la que respondió sonriendo y saludando. La espera por la salida del Papa para el rezo del Ángelus se dilató unos minutos, que los brasileños -que ayer hicieron notar su localía- matizaron cantando. Fuente: DyN, Télam.
