Y fue por la gran concurrencia de personas, de todas las edades, que los autos amontonados en el estacionamiento, hicieron que el paso fuera complicado. Mientras que las carpas de los promesantes que llegaron en plena madrugada, se convirtieron en las postales de todos los espacios libres del predio. Es más, hasta hubo algunos grupos que armaron campamento en el medio del cerro que lleva hasta donde está la imagen de Deolinda. Por eso hubo muchas carpas que se mezclaron entre las diminutas casitas de madera o cartón que los fieles dejan para agradecer.
Mientras muchos se fueron preparados para acampar, hubo otros que sólo llevaron una muda liviana, unos sanguchitos y un poco de agua para pasar el día. Por eso las sombras de los algarrobos o de las paredes del museo o los baños, fueron también los lugares elegidos para protegerse del Sol, que durante toda la jornada fue muy intenso.
Y a pesar de que las imágenes de sacrificio, para subir hasta el oratorio, se notaron menos que en otras oportunidades, hubo mucha gente que para agradecer por la salud de algún ser querido, se lastimó las rodillas o la espalda escalando. Además, hubo muchos fieles que pasaron por las escalinatas descalzos y con bebés en brazos o las bicicletas en los hombros, para cumplir un favor concedido.