”Cuando me enteré que era adoptada tenía 27 años. En ese momento, lejos de deprimirme, tuve el deseo de armar una fiesta con toda mi familia para agradecerle por haberme hecho sentir una más, sin marcar nunca una diferencia”, contó Vilma Olivera que hoy, a sus 40 años, optó por canalizar ese agradecimiento y acaba de armar un grupo destinado a contener emocionalmente y hasta asesorar legalmente a parejas que desean adoptar y a papás que ya lo hicieron. La mujer dice que ella aporta otra visión de lo que es la adopción porque puede dar su testimonio desde su posición de adoptada. “El mayor miedo de los papás es que cuando los chicos se enteren de dónde provienen, actúen con rechazo. Pero eso no siempre es así”, contó Vilma.
Durante su vida de estudiante universitaria, cuando cursaba psicopedagogía, tuvo la oportunidad de ver realidades de chicos que habían tenido una vida muy dura, aún en una familia con padres biológicos. Esa situación la hizo ver que el amor trasciende los lazos sanguíneos. “Nunca me dijeron que era adoptada porque mi mamá no quería. Pero cuando ella murió, una amiga me lo contó”; dijo la mujer. Ahora, dedica buena parte de sus días a mantener unida la red de papás. Tan es así que el grupo, que tiene referencia a nivel nacional ya que en otras provincias hay asociaciones similares pero con otros nombres, se llama “Adopción, lazos y urdimbre”.
“Que haya elegido este nombre no es una casualidad. En el grupo vamos creando lazos, y la urdimbre tiene que ver con tensar el tejido, es lo que lo mantiene firme. Todo esto es muy significativo porque mi mamá era modista y siempre tuvo telas entre sus manos.
Vilma es soltera pero no descarta armar una familia y tener hijos, biológicos o adoptados. En esto no hace ninguna distinción. Lo cierto es que mientras esto sucede, se dedica a ayudar a los demás. Es que, según contó, hay muchos mitos y miedos alrededor de la adopción, además de desconocimiento legal de los procedimientos que hay que seguir.
“Yo les cuento mi historia a los papás y ellos se tranquilizan. Pero además, también les sirve a los chicos que forman parte del grupo”; dijo Vilma. A las reuniones pueden asistir los papás con o sin sus hijos.
“La adopción es un acto de amor y eso lo deben también comprender los hijos, tal como lo hice yo. Todavía le agradezco a mi padre haberme adoptado”, agregó la mujer.
Este grupo contiene unas 15 personas que se reúnen una vez por mes, cada segundo sábado en el colegio María Auxiliadora. No tiene tintes religiosos ni políticos por lo que está abierto a todo el mundo, incluso hay papás que tienen hijos biológicos y que sólo participan para colaborar.
Las reuniones son amenas ya que mediante el juego se busca descontracturar a los asistentes, sobre todo a los primerizos que llegan con muchas incógnitas. “A este grupo van parejas que todavía no deciden si adoptar o no. Hay otras que están en pleno trámite y papás que ya adoptaron el primer hijo y ahora van por el segundo. Hay contención y asesoramiento para todos porque estamos asistidos por un equipo en el que hay desde psicólogos hasta abogados”, contó Vilma.
Este grupo también se mantiene en contacto con los que hay en el resto del país y que tienen el mismo objetivo. Incluso, Vilma armó la red en San Juan, luego de participar de un encuentro en Buenos Aires. “Desde que me enteré que era adoptada, sabía que tenía que hacer algo para ayudar. Al fin pude canalizar mis inquietudes”, concluyó.

