Con los colchones apilados contra la pared, la ropa guardada en bolsas de residuo negras y los enseres de cocina desparramados por todas partes, Alberto Alvarez pasó la noche del viernes a la intemperie. Esa misma tarde, un oficial de Justicia le había notificado que tenía que sacar sus muebles de la casa que ocupaba dentro del predio del Club Sportivo Desamparados, en la que vivió durante 23 años y que habitaba junto a su mujer, sus 7 hijos y una pequeña nieta. Su versión es que nadie le avisó antes que tenía que irse, pero según el nuevo presidente de Sportivo, Ricardo Salvá, el desalojo no fue más que la culminación de un juicio que se inició hace ya 3 años y que tuvo sentencia en los últimos días.

Sentado en una silla sobre la estrecha vereda que rodea la parte trasera del Club Sportivo, Alberto aguardaba ayer, el regreso de su esposa, que había ido a ver cómo se encontraba el resto de la familia, en la casa de un familiar. “Nunca tuvimos un problema con nadie. Yo he vivido en esa casa como casero desde hace 23 años. Es cierto que no tenía ningún contrato, pero a cambio de la casa, mi mujer y yo cuidábamos el club y hacíamos de todo, desde lavar las camisetas de los jugadores hasta hacer de cancheros. No entiendo porqué ahora nos vienen a sacar de esta manera”, dijo Alvarez. Según sus palabras, ningún miembro de la comisión anterior ni de la nueva (que asume esta semana) se comunicó con él para decirle que tenía que desalojar la casa. Sin embargo, el nuevo presidente, Ricardo Salvá, aclaró que “la conducción anterior inició un juicio de desalojo por usurpación de la propiedad, que tuvo resolución favorable hace poco tiempo.

Tengo entendido que este señor fue notificado que tenía un plazo para irse”, dijo. También agregó que todavía no saben cuál será el destino de la casa que ocupaba Alvarez con su familia. “Eso será una decisión que saldrá de la reunión de comisión directiva”, aseguró.

Mientras tanto, Alvarez recibió la visita de personal del Ministerio de Desarrollo Humano, quienes se comprometieron a ayudarlo en la búsqueda de una solución provisoria, hasta que él mismo encuentre donde vivir.