La calefacción ejerce una acción negativa en la piel. Eleva la temperatura normal y disminuye la humedad ambiental. Esto hace que el agua se evapore rápidamente de la superficie de la piel, volviéndola seca.

Hay que mantener una entrada de aire, por ejemplo una ventana semi abierta.
Beber mucho líquido (no frío), ayuda a que la hidratación interna y externa estén equilibradas.