Las palabras ganar, perder, embocar y errar no son significativas para ellos. Se ponen felices sólo por poder jugar, felicitan a sus compañeros sea cual sea el resultado de su acción y festejan incluso antes de ver si la pelota entró o no en el objetivo. De ese modo, pueden aprender, practicar, disfrutar y compartir sin limitaciones ni nerviosismo. Así, vivieron el VII Torneo de Atletismo para Discapacitados los chicos de cuatro escuelas de educación especial de Capital, ayer, en el Club Puertas Abiertas. Todos ellos participaron en cuatro juegos de distintas características para entrar en calor antes de correr y saltar en las pistas o tirar la bala en la cancha.
Tras un baile que puso a todos en estado, los chicos con discapacidades visuales, mentales y motrices de las escuelas Luis Braille, Fortabat, Merceditas y del Centro de Día Nuestra Señora de la Paz, fueron invitados a recorrer los 4 juegos dispuestos para ellos. La gran mayoría eligió el primer juego e hizo cola para esperar su turno. El objetivo era embocar una pelota en huecos realizados sobre una lona que estaba colgada de un arco. La actividad merecía destreza, pero también actitud. Por eso, el que tiraba varias veces sin suerte se adelantaba hasta quedar muy cerca de los agujeros para pasar la pelota hacia el otro lado. Nadie se quejaba por eso, ni ponía objeciones. Es más, todos aplaudían al competidor sin importar si acertaba en el blanco o no. Lo mismo sucedía al lado, donde los chicos debían lanzar un aro y embocarlo en conos naranja, y en algunos casos recibían ayuda extra de los profesores.
A su vez, un arco pequeño en el que debían embocar penales sin un arquero que se los impidiera también estaba entre las opciones. Los varones fueron los que más se acercaron a probar puntería, incluso los chicos ciegos, que recibieron la ayuda del aplauso de los profes ubicados detrás del arco a modo de guía. Convirtiendo goles o no, todos festejaban ni pegaban el puntazo, cuando aún no sabía cuál sería el resultado de su patada. A la vez, el profe Luis Recúpero, quien además de ser exdeportista fue entrenador de Sportivo Desamparados, pedía aplausos a todos los alumnos, que hacían que ese lugar pequeño pareciera una cancha. Mientras, otro grupo se colocaba cascos con un vaso que debía llenar de pelotas para depositarlas en un canasto colocado a unos 2 metros de distancia. Con la particularidad de que no había dos filas de chicos compitiendo, sino que cada uno ponía las pelotas que podía y todas se sumaban, sin que hubiera un equipo ganador y otro perdedor.
Después de los juegos, llegaron las pruebas de atletismo, que se practicaron con calma, sin rivales ni reglas y dieron paso al desayuno compartido y la entrega de medallas que todos los participantes pudieron lucir colgadas en su pecho.

