Camila Medina se impuso una meta: hacer que personas que atraviesan por diferentes necesidades sientan las mismas ganas de vivir que tiene ella. Y descubrió que la solidaridad es el medio para lograrlo. Desde niña participó en actividades para ayudar a los más necesitados. Hoy, tras haber superado una difícil situación personal, graduarse como docente y trabajar en varios colegios, cocina de más para convidarle a gente en extrema pobreza. Lo hace lunes, martes y miércoles, y ahora por la mala situación de muchos agregó los domingos, ya que jueves y viernes trabaja en Calingasta. Dijo que para ella no hay mejor recompensa que ver la cara de felicidad de los niños cuando reciben un buen plato de comida.
Lunes, arrancó la semana y la carrera contrarreloj de Camila para cocinar y hacer que la comida llegue a destino, misión para la que sólo dispone de 2 horas. "Salgo a las 12 de dar clases y a las 14 vuelvo al colegio así que me apuro para que me alcance el tiempo. Cocino a toda máquina y luego salgo en mi bici a llevar la comida a destinatarios del día", dijo esta profesora de Tecnología de 27 años.
Mi sueño es poder abrir un merendero o comedor para poder llegar a más personas carenciadas con mi ayuda".
Camila Medina-Profesora de Tecnología
Camila contó que siempre que tiene un poco de tiempo disponible, entre el trabajo y el estudio (ahora está cursando la carrera de Psicología), sale a andar en bicicleta, aprovechando los paseos para identificar a las personas con mayor necesidad de ayuda. En base a esto, realiza un mapa para el delivery de comida. Ayer preparó arroz con pollo para convidarle a una familia muy humilde de Capital. "Cada vez se ve más necesidad en la calle, por eso decido también cocinar de manera solidaria los domingos. Y no es la única tarea de este estilo que hago. Cuando cobro, compro mercadería y también salgo a repartirla. Y si me entero que alguna familia necesita ropa o algo, organizo alguna actividad para ayudarla. En el verano hice un bingo para comprarle un ventilador a una familia de Marquesado que la estaba pasando muy mal. Los niños lloraron de emoción cuando se los entregué porque nunca tuvieron uno y ya no soportaban el calor. Ver feliz a la gente que ayudo es mi gran recompensa", dijo la joven.
La docente contó que ya de niña participaba en tareas solidarias. Ayudaba a su madre con el comedor comunitario que abrió para alimentar a personas carenciadas. Así que creció "mamando" solidaridad, valor que mantuvo en práctica pese a las propias dificultades.
En 2017, la vida le pegó duro. Tenía 21 años, perdió a su mamá y hasta la casa, quedándose literalmente en la calle (no dio mayores detalles porque su caso aún sigue judicializado). Por un tiempo vivió en el auto, único bien familiar que le quedó, hasta que recibió parte de la solidaridad que siempre cultivó. Unos conocidos le ofrecieron vivir en la casa que está en el fondo de la Biblioteca Sur, en Rawson, sólo con una condición: que terminara sus estudios.
"Esta ayuda recibida me mostró que debo seguir dando porque la vida te recompensa. Pero no lo hago por esto ni para caretear. Es más, todo lo hago sola para no molestar a nadie. Sí recibo algunas donaciones de mis amigos o de gente desconocida que ve mis publicaciones en las redes sociales y estoy muy agradecida por esto. A veces me preguntan por qué lo hago y yo respondo que es porque tengo muchas ganas de vivir y quiero que las personas que la están pasando mal también sientan lo mismo. Que vean que la vida puede ser difícil, pero que todo se puede y que siempre va a haber una mano dispuesta a ayudarte", agregó la docente.