Las Naciones Unidas, a través de la secretaría para Asuntos Humanitarios, lanzó ayer un apremiante llamado a la solidaridad para atender las crisis humanitarias en 24 países, una emergencia social histórica que afecta a refugiados que huyen de la guerra, hambrunas y persecuciones por políticas, étnicas o religiosas.
La ONU ha señalado que se trata de una situación extraordinaria y sin precedentes que requiere 12.000 millones de dólares para socorrer a 73 millones de personas en el mundo, de las cuales 6,8 millones se encuentran en el interior de Siria. Además, estima que los refugiados en el exterior, procedentes de ese país, alcanzarán a fines de este año 3,5 millones, que sumados a las personas que ya tienen protección, alcanzarán los 5,3 millones de indigentes a cargo de la organización humanitaria. De los U$S 12.900 millones solicitados, solamente se han obtenido 5100 millones, un 40% de lo presupuestado, aunque esta última cifra ya es histórica en generosidad. Pero no se sabe cómo obtener los 8000 millones restantes y de allí el pedido, incluso a naciones que habitualmente no aportan a estas donaciones.
A la avalancha de refugiados sirios que irrumpe en Egipto, Irak, Jordania, Líbano, y Turquía, las crisis humanitarias están localizadas en Mali, República Centroafricana, Somalia, Sudán del Sur, Sudán, República del Congo, Yemen, Kenia, Chad, Afganistán, los Territorios Ocupados Palestinos, Níger, Haití, Burkina Faso, Zimbabue, Mauritania, Filipinas y Yibuti.
A este cuadro de desesperación se refería el papa Francisco al hablar de la "’globalización de la indiferencia”, que nos lleva al acostumbramiento del sufrimiento ajeno, porque no nos atañe, o porque no es asunto nuestro.
