Conocida como la ‘niña del napalm’, Kim Phuc emocionó esta semana a feligreses californianos a los que enseñó las cicatrices en su brazo quemado, aún visibles a pesar de haberse sometido a 17 operaciones para reconstruir el tejido incinerado por el napalm. Las secuelas psicológicas, apuntó Phuc, duraron mucho más. En su caso, encontró la paz que estaba buscando en 1982 a través de la fe cristiana que ahora predica con una sonrisa, según declaró. ‘Estoy muy contenta. Pienso que la fotografía es un regalo muy poderoso para mí y creo que el mundo es mejor gracias a ella, porque ha hecho que la gente sea más consciente cuando piensa en guerras‘, manifestó. Tras la Guerra de Vietnam, Kim Phuc fue utilizada por el Gobierno comunista del país para campañas de propaganda hasta que logró que le permitieran ir a estudiar a Cuba, donde aprendió un poco de español y conoció a su esposo. En 1992, cuando volvía de su viaje de novios de Moscú a La Habana aprovechó una escala de su avión en Canadá para pedir asilo político. Desde hace 15 años es embajadora de Buena Voluntad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). La pequeña, que quería ser doctora, creía que nadie la querría nunca, debido a las cicatrices que le cubrían la espalda y el brazo. Pero se casó y tuvo cuatro hijos.
