Fabio Nievas aparenta menos años que los 41 que confiesa y pese a su juventud, se las arregla para repartir su tiempo entre dos empresas bastante diferentes: Macrometal, la que heredó de su padre y el Hotel Albertina, un emprendimiento propio. "Si contamos las generaciones empezando por mi abuelo, son más de 100 años en el mismo oficio de la chacarita y el reciclado", contó Fabio. Acerca de su vida anterior, recordó que estudiaba Ingeniería y practicaba deportes con bastante frecuencia, hasta que en 1995 falleció su padre y por ser el mayor de los tres hermanos, tuvo que asumir la conducción de la empresa. "Mi abuelo y mi padre murieron muy jóvenes. Empecé a trabajar con los contactos de mi papá y aún los conservo, porque es un negocio en que la palabra vale más que cualquier cosa", explicó.
Por esas cosas de la vida, la muerte de su padre lo afectó tanto que su cuerpo sufrió las consecuencias. "Aumenté de peso, trabajaba y viajaba muchísimo a Córdoba, Tucumán y al Sur. Ese ritmo que mantuve durante 10 años me hizo crecer, pero en el año 2001 la crisis me afectó mal y tuve que empezar de nuevo. Pero eso fue posible gracias al crédito que me dieron los mismos clientes y la confianza con que me ayudaron a salir", aseguró este joven industrial.
La historia quiso que en 2003, la empresa nace como una sociedad formal con el nombre de Macrometal, con la compañía incondicional de su mamá Mirta y su cuñado, porque los dos hermanos menores no se vincularon con la firma familiar. "Con el auge del reciclaje, se empezó a ver no sólo como un negocio sino como una necesidad para cuidar el medio ambiente. La conciencia que tomó la gente hizo que las cosas que antes se tiraban, se empezaron a reciclar y eso generó un crecimiento del negocio", argumentó Fabio, que por entonces se decidió a armar un equipo de ciclismo para volcar allí su amor al deporte. "Era una manera de compensar con mi aporte lo que yo no podía hacer, por mi trabajo y mi condición física", sintetizó.
Pero esa relación devino en una ventaja comparativa, porque en ese ambiente deportivo conoció a quienes se convertirían en sus dos socios para adquirir el Hotel Albertina en el año 2006: Pablo Meglioli y su hermano Mauricio. Claro que enfrentar un negocio tan diferente lo obligó a aprender de cero. "Tomamos dos años para reformarlo y dejarlo como queríamos. Le pusimos ganas, horas y esfuerzo. Ahora estoy en el proceso de pagar la última parte que compré, porque cuatro años de sacrificio bien lo valen", afirmó.
Coqueto y acogedor, el Hotel Albertina se ha convertido en un auténtico clásico ubicado muy cerca del kilómetro cero de San Juan. "En este proyecto me acompaña mi esposa Natalia y eso salta a la vista, porque se nota el toque femenino. Mis dos hijos, Santino y Mateo, nacieron en este proceso de crecimiento…o sea que vinieron con el pan debajo del brazo", refirió Nievas. Como reflexión, se emocionó con el recuerdo de su padre José Heriberto Nievas: "La mejor enseñanza que me dejó fue que hay que honrar la palabra empeñada y que hay que saber valorar las cosas que se tienen, respetando a aquellos que con su trabajo, nos dan de comer".

