Juan Pablo Sisterna tuvo la misión de guiar por los mejores caminos a su padre en la Montero número 420 del Dakar. Pero en la etapa que comprendía las temidas dunas de Nihuil, en Mendoza, el menor de los Sisterna tuvo que hacer las veces de navegante, aunque de un camión. “Estábamos clavados en una duna de Nihuil y justo pasa un camión de unos españoles que nos habíamos hecho amigos. Les pedimos que nos tiraran, pero a cambio nos dijeron que me subiera y los guiara a un win point que nosotros ya habíamos marcado. Fue muy gracioso porque dentro del camión estaba todo impecable y encima el piloto terminó haciendo caso a mis indicaciones y no a las de su propio navegante. Y cuando llegamos para sacar la camioneta ninguno de los dos españoles se quería ensuciar”.