Eduardo Grizas es bonaerense pero a esta altura de las circunstancias ya pasó más años en San Juan que en su San Fernando natal. Aquí llegó con treinta años y por una propuesta de trabajo en la UNSJ. Antes había dado clases en la UBA y en Canadá. Desde entonces se aquerenció y se apropió de los tesoros de San Juan. A tal punto que considera que su libro sirve para fortalecer la identidad de los más jóvenes. Siempre le interesó la cuestión patrimonial, al punto que sigue asesorando a la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, rol que también ocupó en la OEA y en Paraguay. Actualmente es profesor investigador de la Facultad de Arquitectura de la UNSJ, aunque está a punto de jubilarse. Desde ese espacio, estudió la Capilla de Achango y se adentró en el mundo de los molinos harineros a través de cuatro trabajos: uno para la declaración de Monumentos Históricos, el segundo para recopilar el texto cultural que surge de este oficio, el tercero para definirlos como áreas culturales protegidas (terminó la investigación pero no se logró la ley) y el último, aún en proceso sobre “Hombres y máquinas, molinos y molineros”, del cuál surge el libro. Grizas y el equipo de investigación que lo acompañó pretende seguir trabajando en torno a los molinos -de hecho junto con Aída García planea publicar un diccionario de léxicos de esta industria- e inclusive conformar la Asociación Argentina de Estudios Molineros.
