Iban despacio, muy despacio, con la espalda vencida. Levantaban cada pie como jugándose la vida en ese movimiento. Les temblaban las caderas, apretaban pañuelos y carteras, sostenían rosarios. Y la mirada se les humedecía en cada amén. Pero avanzaban. Rezaban, cantaban y cumplían así con su propósito: cansados de golpear las puertas de los hombres, le pedían a Dios que intercediera por los jubilados y por la patria. Fue un Vía Crucis protagonizado en su mayoría por gente de la tercera edad, que ayer por la tarde no hizo caso del calor ni de los achaques y fue hasta la plaza de la joroba para rezar, entre otras cosas, porque de una vez por todas sea ley la jubilación del 82 por ciento móvil.

Al acto religioso había convocado Pedro Landa, un activista por los derechos de los jubilados y militante católico de la Parroquia de Trinidad. "No importa si somos cinco o cinco mil -había dicho Landa una hora antes del Vía Crucis, mientras probaba el equipo de sonido en la Hipólito Yrigoyen-: igual lo tenemos que hacer".

Esa determinación fue la marca constante en la marcha religiosa, de la que participó medio centenar de personas, incluidas un par de madres jóvenes, una de ellas incluso con un bebé en brazos. A cada estación, un jubilado distinto leía el Evangelio. Nadie quería quedar afuera. Tanto, que una mujer no podía moverse de su silla de ruedas, pero igual hizo el Vía Crucis completo.

Como cuenta la Biblia que hizo el propio Cristo cuando caminó cargando su cruz, los jubilados hicieron lo propio, a los tumbos y convencidos de que ese era el camino correcto. Y cuando rezaron una oración por la patria, muchos no pudieron evitar emocionarse y alzar la voz con la lectura del pasaje efusivo de "Argentina, canta y camina".