La consigna era que la gente comprobara que no es imposible comunicarse con una persona sorda. Y recurrieron a las mímicas para demostrarlo. Esto sucedió ayer en la Plaza de Villa Krause, en Rawson, donde se dio una clase abierta y gratuita de lengua de señas a alumnos del Secundario y para quienes pasaran por allí. Fue organizada por el municipio con el objetivo de concientizar acerca de la importancia de la comunicación para una inclusión social. Y en el marco del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, que fue el 3 de diciembre.

Diego Ojeda, sordo de nacimiento, fue el encargado de dar la clase. Como vio que los chicos de diferentes colegios que se acercaron a participar de la actividad estaban un poco nerviosos, decidió apelar al ingenio. A través de la intérprete que lo acompañó les propuso que adivinaran qué estaba haciendo. Y todos, al mismo tiempo, dijeron que era un ciclista que estaba subiendo una cuesta con mucho esfuerzo, esquivando obstáculos y que casi sufrió una caída. Con los pulgares en alto, Diego les indicó que estaban en lo correcto. Los chicos se aplaudieron a sí mismos por haber interpretado todo a la perfección, pero el ’maestro’, con las manos en las orejas, les indicó que él no escuchaba los aplausos. De inmediato les mostró que el aplauso de los hipoacúsicos consiste en agitar enérgicamente las manos con los dedos abiertos. Todos los chicos volvieron a aplaudir, pero de manera silenciosa.

Si bien esta clase pública incluía enseñar cómo es el alfabeto de lengua de señas, y algunos cuestiones básicas como decir buen día, los contenidos se ampliaron por la inquietud de los participantes. Así aprendieron, entre otras cosas, que el brindis entre hipoacúsicos no consiste en chocar las copas, sino la parte externa de sus manos.

La enseñanza de lengua de señas duró una media hora, pero los chicos se quedaron un rato más. En grupos se dedicaron a practicar cómo colocar los dedos para representar cada letra del alfabeto. Descubrieron que la k y la p eran las más dificultosas de hacer por la posición en que se deben colocar los dedos.