Con la timidez típica de sus 15 años, Franco Nicolás Jofré prácticamente no habla. Sentado en el comedor de su casa en Santa Lucía, se pone los auriculares y le da rienda suelta a su pasión por el dibujo. El chico aprovechó la cuarentena para explotar su talento como retratista y como plus, recauda unos pesos de los clientes que pagan por sus obras.
Sus dibujos no tienen nada que envidiarle a los grandes artistas del país. Rostros retratados sólo con lápiz negro forman parte de su amplio repertorio. Si bien hace unos dos años que empezó a dibujar, recién en esta cuarentena explotó ese talento. "Estaba aburrido y me puse a dibujar un Gokú -de Dragon Ball Z-, justo le fui a mostrar a mi papá, y un amigo de él me pidió si le podía dibujar el rostro de su abuela que había fallecido hacía un tiempo. Me animé y a los días se lo entregué, él me quería pagar pero yo le dije que lo hacía porque me gustaba", explicó el chico que ante el pedido de Diego Tello, su ocasional cliente, aceptó los 500 pesos para comprar más hojas y lápices. El cliente se fue sorprendido por la similitud del dibujo con la foto de su abuela y le aconsejó que se animara a ir por más.
"Publiqué en Facebook lo que había dibujado mi hijo y tuvo muchísima repercusión. Todos querían que Franco les dibujara y se ofrecían a pagarle", comentó David Jofré, papá del joven artista. El chico aceptó y en dos meses ya hizo unos 40 dibujos y tiene pedidos 150 por hacer. "Hago lo que me gusta. Disfruto muchísimo de hacer esto y jamás pensé que iba haber tanta gente que se interese por mis dibujos", aseguró el chico, alumno de 4to año del Colegio Nacional.
Franco es muy detallista. Dice que le dedica 8 horas diarias a cada dibujo que termina en 2 o 3 días por cada retrato que, según el tamaño y las características, el chico vende a 700 pesos, plastificados. Con lo que va recaudando va renovando los lápices que utiliza y que son de tres trazos (grueso, mediano y fino) y el próximo objetivo es comprar un tablero para poder trabajar con mayor comodidad, ya que hoy en día su lugar de trabajo es la mesa de su comedor.
Mientras se toma un descanso y deja el dibujo que está realizando, cuenta que heredó ese talento de su abuelo paterno Roberto, ya fallecido, quien era dibujante de rostros y paisajes pero en paredes. "Me encantaría llegar lejos con esto y seguir con esto que a mi abuelo tanto lo apasionaba", comentó el chico.
Cuando muchos adolescentes de su edad pasan tiempo en juegos virtuales y computadoras, Franco es la excepción y sus obras hoy en día lo convierten en el orgullo para su familia. Su papá es empleado municipal, su mamá Eugenia Agüero, empleada doméstica, y con sus ingresos el matrimonio mantiene a Tamara, Franco y Benjamín. "Somos una familia humilde que la lucha todos los días, por eso que él hoy en día tenga el reconocimiento de la gente, nos emociona y nos llena de orgullo", comentó emocionado el papá del joven artista que sueña con seguir retratando familias sanjuaninas a pulso, sólo con un lápiz y un papel.