"¡Éntrele a la cachuda!", gritó el hombre desde un costado, indicando a los jinetes cuál era la vaca más fácil de encerrar. No era cuestión de fuerza, sino de destreza. Su compañero, del otro lado, la marcaba como si fuera un stopper para obligarla a entrar al corral en el menor tiempo posible. "¡Abrite que ahí va!" le gritaron casi a coro al portero, para que dejara entrar a la vaca y la mantuviera segura. Casi como un gol, porque así lo festejó la hinchada subida a la caja de una camioneta, que hacía de tribuna. Y rápidamente volvieron a perseguir a la colorada, una vaca retobona que los hizo transpirar bastante antes de ser encerrada, en pleno desarrollo del Aparte Campero que se hizo ayer en Pocito.

Todo sucede en dos minutos. O menos, porque la idea es encerrar a las tres vacas reglamentarias en el menor tiempo posible, para poder clasificar. Entre trío y trío, los chistes eran la constante. "¿A qué no sabe cómo se llama este trío? ¡Los Gordos, cómo se iban a llamar!", acotó un gaucho entre risas, mientras recibía un mate de su compañera. Uno de los jinetes aludidos, dueño de un físico prominente, se quejó de las burlas sin mucha convicción. "A ver si se ríen de éste cuando se cae, porque cuando me caigo yo todo es una sola carcajada", dijo.

Antes de arrancar la competencia, los jinetes desfilan ante el público y ante la mirada inquisidora de los jueces, que inspeccionan el caballo, la montura y hasta la ropa del jinete. "Ya conocen el reglamento y saben que no se puede correr con camperas que tengan cierre o que tengan inscripciones", anunció el juez. O sea, de sponsors publicitarios para el chaleco o la bombacha gaucha, ni hablar.

Dentro del corral valen la muñeca del jinete y el trabajo con su caballo. Y por supuesto, el entendimiento con sus compañeros, para alcanzar la meta propuesta. Un verdadero trabajo de equipo, diría un relator especializado, en el que las individualidades no sirven de nada. Y para seguir con las comparaciones, en el Aparte Campero los números no los llevan los jugadores, sino las vacas, porque esa es la identificación que se utiliza para saber cuáles deben ser encerradas.

El locutor, ubicado con los jueces (de línea) al lado de la puerta del corral, anuncia los tríos que vienen y cuando es el turno de Los Retoños, todos aplauden. Es que ahí corre el más chico de los jinetes, Juan Pablo Donici, de 8 años. "La verdad que me dolió el estómago de los nervios", confesó su mamá cuando terminó la carrera.

Cuando terminó la primera ronda, todos se relajaron. El vendedor de pochoclo hizo su ganancia y el mate circuló con rapidez, mientras alguien apuró las sopaipillas para acompañar. Los jinetes, todavía montados, sacaban cuentas: con 10 tríos clasificados después de los cuartos de final, ya se podía empezar a pensar en la instancia siguiente, en la Rural de Palermo a fin de mes. Algo así como jugar en Primera.