Angaco se transformó en escenario de tradiciones. Fue durante la primera noche del cierre provincial del carnaval donde la gente chayó hasta con harina. Unas 26.000 personas participaron de este evento.

Faltaba una hora para dar comienzo al desfile de carruajes y ya no quedaba nadie seco. Unos por consecuencia de la nieve artificial acumulada en sus cuerpos, otros porque fueron blanco de las bombitas o de los chorros de agua que arrojaron con botellas y hasta con picos de largo alcance. A esto se sumó el harina que tanto los niños, jóvenes y adultos llevaron oculta en mochilas y arrojaron sorpresivamente sobre alguien del sexo opuesto.

En pocos minutos, la chaya mojó el pavimento de la calle Nacional igual que una lluvia persistente.

Arrancó el desfile, pero la chaya no paró, aunque esta vez la nieve, el agua y el harina tuvo como destinatarios a los integrantes de las comparsas, murgas y a las máscaras sueltas. Ni siquiera las reinas que desfilaron sobre los carruajes se salvaron del agua, pese a la insistencia de los locutores en pedirle al público que no arrojara ninguno de estos productos a los bailarines para no arruinarles los trajes.

Luego del corso comenzó el espectáculo artístico donde la gente no sólo continuó chayando, sino que también bailó para despedir el carnaval en familia.

Al cierre de esta edición estaba finalizando la segunda noche de carnaval en Angaco con la actuación del Rey Pelusa ante miles de espectadores.