Antes de llegar a la intersección de Central y Mendoza, las mujeres se agacharon, comenzaron a gritar como indios y salieron corriendo de golpe. Del otro lado, parados frente al Campanil, un grupo de hombres rezaba. El encuentro al lado de la Catedral se transformó en una guerra de Avemarías y Padrenuestros contra cánticos proaborto y contrarios al dogma de la Iglesia. La tensión se vio en los ojos de cada grupo, que se enfrentaba cara a cara sin vallas de por medio. Sin embargo, no hubo agresión física. Y el punto más álgido llegó cuando las manifestantes quemaron un muñeco que representaba al papa Francisco. De ese modo, culminó la marcha que se desarrolló en la tarde noche de ayer, en el marco del XVIII Encuentro Nacional de Mujeres que, según datos de la Policía, reunió a unas 17.000 personas.

Eran las 20,35 cuando el primer grupo de mujeres llegó a la Catedral. Quienes encabezaban la columna portaban un cartel que decía: “Ni una sola muerte más por aborto clandestino”. La mayoría de quienes iban adelante del letrero llevaban sus caras tapadas con pañuelos, estaban pintadas y tenían sus pechos completamente desnudos. Algunas de ellas, además, se habían escrito pensamientos referidos a la libertad sobre sus cuerpos en la piel. Las mismas ideas plasmaron con aerosol en la vereda y los basureros, tal como hicieron durante su paso por el resto de la Ciudad (ver página 7).

Mientras avanzaban coreaban frases como “Saquen sus rosarios de nuestros ovarios”, “aborto legal en el hospital” y “si el Papa fuera mujer, el aborto sería ley”. Esas mismas estrofas entonaron frente a los católicos que se habían reunido, aunque con mucha más fuerza, saltando y elevando sus brazos en señal de protesta.

A su vez, quienes las habían esperado en la Iglesia para manifestar su expresión contraria, se veían inmutables. Integraban un grupo reducido y la mayoría eran jóvenes. Estaban parados, quietos, tomados de los brazos y prácticamente no se movían. Muchos tenían los ojos cerrados o miraban al cielo. Detrás de ellos, algunas chicas también rezaban e intentaban esquivar las botellas que les tiraban del otro lado.

De ese modo, a pesar del enfrentamiento de ideologías, no hubo más violencia ni tuvo que intervenir la Policía.