“Estoy feliz”. La sonrisa que acompañó la afirmación no deja lugar a dudas. Carla Melina Masiero Fernández volvió a sumarse a una academia de baile y aunque tácitamente represente un nuevo desafío para su vida, ella simplemente se enfoca en disfrutar su presente. “¿Qué me gustó? Todo”, agregó.
Carla tiene síndrome de Down y en base a su personalidad y a la contención de su familia es ‘pionera’ en varios aspectos. Su madre, Mónica, contó que la joven que hoy tiene 26 años de edad estuvo entre las primeras personas que cursó la primaria y secundaria en escuelas corrientes sanjuaninas, fuera de educación especial. La primaria en la San Vicente de Paul y la secundaria en la Industrial Domingo Faustino Sarmiento. En el último nivel también complementaba su formación en ARID (Asociación para la Recuperación e Inclusión de las Personas con Discapacidad.
Paralelamente, desde los 5 años, Carla comenzó a ir a danza, siguiendo los pasos de su hermana mayor Romina, al Instituto Malagueña. A los 22 años, completó el cursado y apareció un obstáculo nuevo. El Ministerio de Educación no contemplaba proyectos de inclusión con adecuaciones curriculares en institutos de educación no formal, por lo que el instituto no podía emitirle el certificado formal a Carla como egresada. Si bien Carla rindió un trabajo final y la institución le entregó un certificado simbólico, muy valorado por la protagonista, su familia no se quedó de brazos cruzados.
Romina encontró la solución en la Academia Camela. En ese instituto los exámenes finales son evaluados desde el Conservatorio Fracassi, de la Ciudad de Buenos Aires, y contempla este tipo de situaciones.
Así, Carla cursó durante otros 3 años y obtuvo dos títulos, bajo la guía profesional de Romina para rendir las tesis: ‘Maestra elemental de danzas españolas’ y luego el ‘Diploma Superior de Danzas Españolas’. El último fue en 2019. “No estuve nerviosa, estaba muy contenta. Después festejamos con mi familia y me regalaron una cadenita”, resumió Carla. En su familia no conocen de otra persona en su condición que haya completado, con certificación, la carrera.
A esa enorme alegría, le sucedió la pandemia. No sólo que dejó de ir a bailar, sino que Carla tampoco pudo seguir yendo a su trabajo en el Concejo Deliberante de la Capital, donde cumple tareas administrativas. “Pintaba, ayudaba en mi casa”, recordó de lo que hacía el año pasado. “Y escuchaba música. Cumbia, cuarteto y un poco de electrónica”, agregó.
Los agradecimientos van surgiendo entre ambas, aunque Mónica sabe que no es posible nombrar a todos. Indicó que la predisposición que hubo en las dos escuelas para que se integrara valió para que Carla hoy sea mucho menos dependiente. Destacó la decisión de María de Belén Sánchez, la directora de Malagueña, de hacerla competir siempre en grupo con otras compañeras y casi nunca como solista. La razón, que estuviera a la altura de las exigencias como una bailarina más. “Es un ambiente muy competitivo y las compañeras siempre tuvieron predisposición para integrarla. Con decir que en los días de competencia, yo no entraba al camarín a vestirla o maquillarla, lo hacían las compañeras, con la falta de tiempo que siempre hay ahí”, reconoció. Y automáticamente, también agradeció a Johana López, la directora de Camela, por su espíritu colaborativo.
Desde la semana pasada, Carla volvió a danza. Pero ahora en una nueva academia. “Sembrando Ilusiones”, que depende de la Municipalidad de la Capital y todos sus integrantes son personas con discapacidad: intelectual, motriz o visual. Por eso, Carla debe habituarse a interactuar con otras personas con discapacidad, exactamente lo contrario a lo que estuvo acostumbrada hasta ahora.
“Estamos bailando gato y chacarera”, indicó la joven. También sueña que el paulatino regreso a la normalidad entregue el momento en que pueda sumarse al ballet de egresados del Instituto Malagueña, donde está su hermana Romina. Además, aunque sepa ritmos folklóricos y técnicas de clásico, su estilo favorito es el flamenco.
¿Algo más?. Le brillan los ojos y dijo que también le gustaría volver a estar en una obra de teatro, por las alegrías que le dio cuando se presentó como una de las protagonistas de ‘La Bella y la Bestia’, en un taller realizado en ARID. Tiene muy en claro lo que le gusta hacer y no especula energías. Siente la contención familiar y repite varias veces la colaboración que recibe. “Sí, estoy muy feliz”, concluyó.