El pequeño templo ubicado en el fondo de la casa de don Luis Paredes está casi en penumbras. Algunas imágenes de Jesús y distintos santos sobresalen por el efecto lumínico. En el centro está la caja de vidrio con la imagen de San Juan Bautista, la principal atracción del lugar. Allí, Néstor Robles arma las antorchas. Este año son más de 300, porque esperaban mucha gente. Mientras tanto, otra mujer prepara un cajón para acomodar las velas que luego serán distribuidas entre los promesantes que participen de la procesión. A pocos metros, sólo cruzando la calle, está Osvaldo Pelegrino cuidando que no se apaguen las fogatas que encendieron en el predio para calmar el frío de la noche. Los engranajes ya están aceitados para que comience uno de los rituales más populares de la provincia que realiza desde 1972 Luis Paredes, un vecino de Media Agua: la caminata sobre brasas ardientes para purificar el espíritu en la noche de San Juan Bautista. Esto es lo que se pudo ver el jueves pasado por la noche, poco antes de comenzar el encuentro.

El ritual, una extraña mezcla de costumbres paganas con oraciones religiosas, trasciende al vecindario. Los que ayudan son de otros departamentos e incluso de otras provincias. Es por eso que la noche del 24 de junio, que es cuando se hace la caminata, los vecinos del barrio Patagonia II pasan a ser meros espectadores.

Detrás del enorme montículo de leña y ramas secas que se arma en un descampado que está frente al barrio, hay mucho trabajo y poca gente. El ritual no dura más de tres horas. Pero para llegar a realizarlo se trabaja con varios días de anticipación. Algunos de los colaboradores se animan a contar su historia, otros prefieren mantenerse en el anonimato. El fuego es el centro del ritual. "El fuego es sanador, es liberador", explica Luis Pareces. Es por eso que la leña que se junta es el ingrediente más importante de un evento al que asisten más de 1.000 personas que llegan hasta allí con la esperanza de sanarse, de liberarse o simplemente de probar una nueva experiencia.

Entonces aparece en escena Osvaldo Pelegrino, el encargado de acarrear la leña. Y, por voluntad propia, de armar las pequeñas fogatas que sólo sirven para dar calor a la gente que llega hasta el lugar. Más de 16 toneladas de leña, cinco camionadas y casi una semana de trabajo. Osvaldo pone su camión y busca gente para que le ayude a armar el cargamento. "Nos lleva varios días juntar la leña. Hay diferimientos que nos dan las ramas secas que es lo que usamos para dar altura a la fogata. Tenemos que aprovechar los momentos que no estamos trabajando para hacerlo. Yo lo hago por fe", dice Osvaldo, que vive en la villa de Media Agua.

La procesión de antorchas es la previa del ritual de exorcismo y sanación que Paredes hace antes de la caminata sobre las brasas. Es donde entra en acción Néstor Robles, que es de Capital. Voluntariamente, se encarga de comprar las cajas de cartón para armar las antorchas que luego se reparten entre la gente. "Caminé por primera vez el año pasado. Fue algo que cambió mi vida. Es por eso que ahora colaboro en lo que puedo", dice el hombre, que es uno de los primeros en atravesar el círculo de brasas de más de 5 metros de diámetro.

Limpiar el alma, sacarse todo lo malo. Proyectar buenos deseos. Ese es el objetivo de un ritual único en la provincia. Para esto no hace falta más que creer y no pensar demasiado antes de asentar el pie en las brasas. Y los que están en la logística son los primeros en darse cuenta de que pisar fuego, y no sentir dolor, puede ser cierto.