"A ver las hermanas, que vengan acá adelante para hacer la coreo", animó en voz alta el locutor, también integrante de la banda musical que interpretaba canciones religiosas, en los preparativos de la misa. Las hermanas no se hicieron esperar: con movimientos ensayados, acompañaron la canción levantando sus brazos y agitando las manos cada vez que la letra decía "aleluya", contagiando de entusiasmo a los agotados caminantes que para esa hora, lo único que querían era buscar un pedacito de sombra y un vaso de agua para reponerse. Alrededor, en improvisado círculo, los distintos grupos plantaron sus pancartas, que los habían identificado durante toda la peregrinación; precisamente este año, los organizadores habían invitado a los jóvenes a llevar sus carteles y durante el camino, fue posible ver banderas de todo tipo. Algunos, inclusive, llevaron remeras con la inscripción del movimiento o el colegio al que pertenecían.

Unos minutos antes de las 17.30, la hora prevista para la misa, el arzobispo Alfonso Delgado junto a los sacerdotes que lo acompañaban, invitó a los presentes a celebrar la misa como culminación de la peregrinación de jóvenes al santuario de Ceferino Namuncurá, ubicado al pie del cerro Pie de Palo, en San Martín. Las columnas, que según la Policía de San Juan reunieron a más de 3.000 personas, iban llegando en forma un poco dispersa, por lo que al comienzo de la misa, todavía seguían entrando grupos al predio, mientras muchos aún permanecían en lo alto del cerro, donde se alza la imagen de Ceferino. En la calle, ordenados en fila, los puestos de venta ofrecían desde churros y pasteles hasta panchos, pasando por gorras, sombreros, juguetes y medallitas con la imagen del Indio Beato. Muchas familias, que habían llegado con anticipación, compartían el mate mientras esperaban a sus hijos que venían en la caminata, para llevarlos de regreso cuando se produjera la desconcentración.

Durante todo el camino y en el mismo predio, la Municipalidad de San Martín dispuso de mesas donde se proveía de agua para mitigar el calor y el cansancio. Un grupo de formadores viales, ataviados con su uniforme reglamentario, llegaron desde Caucete para colaborar en la organización de la marcha.

"Sacrificio", "Humildad", "Amor", decían algunos de los grandes carteles que los organizadores habían pegado a los árboles, a un costado del camino, y que llevaban en forma decreciente, los números del 10 hasta el 1. Una especie de cuenta regresiva que los chicos fueron siguiendo hasta llegar al destino de su peregrinación, donde junto al inmenso y ansiado número 1, aparecía la palabra que fue el denominador común de toda la caminata: "Alegría".