Córdoba, 10 de septiembre.- A lomo de una mula, con un sombrero y un poncho, José Gabriel Brochero, el "cura gaucho", es un modelo para sus vecinos de las sierras de Córdoba, proclaman una y otra vez el milagro que lo convirtió en el primer beato argentino del papado de Francisco.
Nacido en la villa cordobesa de Santa Rosa, en 1840, José Gabriel del Rosario Brochero, desarrolló toda su actividad pastoral en las sierras de Córdoba hasta su muerte, en 1914, en Villa del Tránsito, víctima de la lepra.
Se ordenó sacerdote con 26 años en Córdoba y de inmediato se volcó en la atención a los enfermos de cólera hasta que, en 1869, se hizo cargo del curato de la región de Traslasierra, donde desarrolló una intensa labor pastoral ocupándose de comunidades empobrecidas y olvidadas.
Tras su muerte, creció aún más su popularidad en las serranías cordobesas y el pueblo donde vivía, Villa del Tránsito, adoptó el nombre de Villa Cura Brochero en homenaje al hombre que ayudó a su desarrolló, abrió caminos y logró que tuviera hasta un acueducto para contar con agua corriente.
A finales de la década de los 60 se inició el proceso de canonización por su trabajo pastoral, pero no fue sino hasta 2004, bajo el papado de Juan Pablo II, cuando la causa cobró impulso y se activó el procedimiento.
Además de por su intenso trabajo pastoral, Brochero pasó a la categoría de beato por su supuesta intercesión en la curación de Nicolás Flores, que sufrió un grave accidente de auto en el año 2000, cuando sólo tenía once meses, quedó en estado vegetativo y, según los médicos, sin esperanzas de recuperación.
Sin embargo, sobrevivió, a los cinco años comenzó a hablar y a moverse y hoy, con 13 años, "está fantástico, es un niño prácticamente normal, sólo tiene una hemiplejia en el lado derecho del cuerpo, pero camina, habla, va al colegio, juega, es feliz", explica su madre, Sandra Violino.
Para la familia de Nicolás, y para la propia Iglesia, la clave de la recuperación del niño no es otra que la fe en Brochero, a quien el padre del pequeño se encomendó cuando su hijo estaba al borde de la muerte.
En 2012, una junta médica declaró que la recuperación del niño carecía de explicación científica y, en diciembre, Benedicto XVI firmó el decreto de beatificación que validaba el milagro de Brochero, el octavo beato argentino. Desde que se anunció la beatificación, la Villa Cura Brochero se ha convertido en un centro de peregrinación de fieles para visitar su tumba, la Casa de Ejercicios Espirituales que edificó y su vivienda.

